Sobre el concepto "clase trabajadora"

Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que las leyes refrendan y formulan en su mayor parte), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo, y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo de otro por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social.[1]

A menudo solemos encontrar tanto en la vida sindical como en la literatura, el concepto “clase trabajadora” en referencia a los trabajadores en general o bien con relación a los obreros. Incluso en la militancia sindical y hasta la comunista solemos encontrarnos de manera frecuente con este concepto. Se recurre a él por lo regular cuando se fijan tareas para la organización y movilización de todos los trabajadores con vistas a enfrentar al capital. Entonces, ¿política y conceptualmente es correcto emplear este término? No, porque hay de trabajadores a trabajadores.

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En la sociedad que vivimos, la burguesa, trabajador puede ser aquel que se contrata a un patrón, a un capitalista, bajo la paga de un salario. Puede laborar para un pequeño negocio, para una empresa monopólica, para los órganos del Estado o para una empresa multinacional.

Pero también es trabajador aquel pequeño empresario que además de contratar a un obrero en su negocio o a unos cuantos, se ve obligado no solo a organizar y dirigir la marcha de la producción sino además a trabajar él mismo debido a la pequeñez de su capital. Quien, por otra parte, trabaja ejerciendo actividades de supervisión, organización, control, dirección y mando en una empresa mediana o en una monopólica, también puede ser catalogado como trabajador. Incluso hasta los dueños de las grandes corporaciones que ejercen actividades de supervisión, gestión y comando, ya sea de manera directa o en forma remota, también se puede considerar que trabajan, aunque sus funciones estén comprendidas no en el trabajo manual sino en el mental.

En el campo también podemos tener el mismo abanico de sujetos que pueden ser considerados como trabajadores: desde el obrero agrícola hasta los miembros de la gran burguesía dedicados a este sector de la economía.

Entonces la “clase trabajadora” es un recipiente conceptual que lo mismo puede agrupar al burgués que al obrero, en la industria, la agricultura o en los servicios; a los elementos de la pequeña burguesía o de las clases medias, e incluso a los resabios de las clases sociales de las formas de producción que precedieron al capitalismo. El uso de esta “categoría” tal vez pudiera justificarse en la época en que las relaciones burguesas de producción se abrían paso en el ocaso del feudalismo, cuando las clases sociales del nuevo régimen de producción estaban madurando y sobre todo, antes de que cobraran forma las diversas concepciones del socialismo utópico, particularmente, antes de que madurara el socialismo científico en la obra de Marx y Engels.

Pero emplearla en el bagaje ideológico, político y económico de las mujeres y hombres que luchan por la abolición del sistema de trabajo asalariado en los tiempos actuales, constituye un error y el mayor de los olvidos en la concepción del mundo del socialismo científico.

Ya desde la aparición del Manifiesto del Partido Comunista se trazaron los elementos que tipificaban a las diversas clases sociales existentes en la sociedad burguesa.[2] Y en este espectro no encontramos a la llamada “clase trabajadora”; incluso, no hay obra tanto de Marx como de Engels que haga referencia a este concepto, antes o después de dicho Manifiesto. La razón es sencilla: en la Concepción Materialista de la Historia, de la que ellos sentaron los fundamentos, no existe un gran conglomerado de personas en la sociedad actual que se distinga de las demás clases sociales y que pueda asumir una fisonomía propia como “clase trabajadora”. No puede ser, porque al momento que comenzamos a discernir los argumentos y determinaciones para tratar de explicarnos la existencia de dicha clase, lo único que encontramos es la característica de que son “clase trabajadora” por el simple hecho de que trabajan, y por lo tanto, de que son trabajadores. Una tautología que no explica nada.

El mismo Manifiesto abre su primera sección con el título: Burgueses y proletarios, dentro del cual se establece que el proletariado es la moderna clase obrera, visión que no da lugar para confundir al proletariado con “clase trabajadora”.[3]

En consecuencia, este concepto le viene muy bien a los ideólogos burgueses porque se identifica completamente con la visión ahistórica que tienen de las relaciones burguesas de producción. Trabajador lo mismo es el miembro de la tribu que recolecta y caza, que el esclavo o el siervo. Pero también lo es el jefe militar, el sacerdote, el duque que administra sus bienes y en general, aquellos miembros de las clases dominantes que no son meros parásitos y que realizan algún trabajo. De esta forma, la clase trabajadora es un concepto que cumple a cabalidad la tarea de concebir las relaciones burguesas de producción como eternas.

¿Qué elementos son los que debemos considerar para la identificación de aquellos grupos humanos que forman una clase social determinada? Ya Lenin sintetizaba los aspectos fundamentales a considerar.

El primero de ellos consiste en la relación que los hombres guardan con respecto a los medios de producción. En la sociedad burguesa los obreros carecen de medios de producción, mismos que le fueron arrancados la mayor de las veces por la violencia, el crimen, el robo y la coerción durante el periodo de la acumulación originaria del capital, como ya demostrara Marx en su profunda investigación histórica al final del primer tomo de la Crítica de la Economía Política. Esta es la característica esencial que le da identidad al proletariado, pues al carecer de medios de producción propios, lo único con que puede contar para sobrevivir es su capacidad de trabajo, la cual vende por partes, y al hacerlo su propia vitalidad se convierte en una mercancía. Por el contrario, el pequeño grupo social que históricamente fue concentrando en sus manos la enorme masa de medios de producción fue la burguesía. Pero si el proletariado es una mercancía, por el contrario la burguesía no llega a convertirse en esta relación socialmente determinada. Es ella la poseedora y dueña tanto de los medios de producción como del inmenso cúmulo de mercancías producidas año con año. Y aunque una parte de los dueños del capital, ya sea monopólico o no, desarrolle una actividad laboral en la supervisión y/o el mando, sin embargo la relación de propiedad que guarda con respecto a los medios que coadyuvan a la producción de la riqueza marca una diferencia esencial, determinante, para no confundirlos en un concepto genérico de “clase trabajadora”.

De esta postura ante los medios de producción y del hecho de que al vender su fuerza de trabajo el obrero adquiere un valor de cambio, se desprende otra característica fundamental: que el pago que el obrero adquiere por ese valor de cambio es el salario. Determinadas horas de trabajo son pagadas con esa forma socialmente determinada y desarrollada en el curso de la producción capitalista. El salario es el pago por esa mercancía vendida al capitalista, a cambio del resultado de su trabajo: una masa determinada de productos de la que se apropia el dueño de los medios de producción, porque el mismo obrero como mercancía forma parte del capital del patrono. Deducido el precio de costo, la masa de riqueza excedente producida que en el capitalismo llamamos plusvalía, se la apropia el dueño de los medios de producción.

Por consiguiente, del producto social creado por la clase obrera, la parte que llega a las manos del obrero y de su familia se llama salario, mientras que para la burguesía la gran parte del excedente por ella apropiado adquiere la forma de capital. Son dos formas distintas socialmente determinadas las que asume la riqueza, dos relaciones sociales de producción que las leyes refrendan y estimulan.

Esto nos conduce al tercer elemento determinante que Lenin resume en su obra: el lugar que ocupan los grandes grupos humanos en un sistema de producción históricamente determinado. Unos, los proletarios, son los productores de la riqueza, el cuerpo vivo de la creación material, tangible e intangible, mientras que otros son los que se la apropian, los que conducen y dirigen el proceso laboral de su creación tanto en el plano del capital individual como en la coordinación social del proceso global de la producción.

Llegado a cierto nivel de desarrollo de las relaciones de capital, los dueños de los medios de producción se separan de la coordinación directa del proceso laboral debido a que ya se produce la suficiente plusvalía como para pagar a otros por esto. Surgen así los directores, gerentes, etc. que al principio carecen de medios de producción propios, pero que se distinguen de la clase obrera porque en ellos recaen las funciones que antaño desempeñaba la burguesía y porque la magnitud de su ingreso dista mucho de parecerse a la de un obrero. Son los gestores y representantes del capital. Pero en el concepto genérico de “clase trabajadora” este segmento de la sociedad estaría incluido.

En la actualidad este grupo ha evolucionado: Debido a los altos ingresos que percibe, por lo regular llegan a establecer pequeños y medianos negocios, unos fuera de la empresa en la que están contratados, pero otros dentro de ella, formando parte de los dueños de las empresas filiales, subsidiarias y contratistas, o incluso llegan a ser propietarios de una parte del capital por acciones de la misma empresa, por lo que en estos casos forman parte de la burguesía.

Entre estas dos clases fundamentales, existen las llamadas clases medias: los pequeños industriales, los comerciantes en pequeño, el artesano, el campesino medio y los profesionistas que laboran por cuenta propia. Todos ellos tienen en común que son por lo regular propietarios de los medios de producción pero laboran en sus propios negocios y en mejor de los casos, contratando unos cuantos obreros. Viven por lo regular de su trabajo, son trabajadores, pero no están subordinados al trabajo asalariado. Por ello, cuando Marx y Engels hacen referencia al proletariado y a estas clases intermedias de la sociedad burguesa, las engloban bajo la categoría de clases trabajadoras, y de ahí la confusión de algunos socialistas y comunistas que, para ahorrarse el plural, la reducen a la “clase trabajadora”. Y entre el singular y el plural existe una gran diferencia, como hemos visto líneas arriba.

Por otra parte, el proletariado está conformado por diversas fracciones de clase: el proletariado industrial, el agrícola, el de las actividades de extracción (mineros y petroleros, por ejemplo) y el de los servicios. Ya desde la segunda mitad del siglo XX se ha producido un cambio notable en la composición de la clase obrera, pues con el agotamiento de las formas de producción apoyadas en la electromecánica y el magnetismo típicas de la era fordista, ha crecido la rama de los servicios hasta convertirse actualmente en la que concentra el mayor porcentaje de los obreros en el mundo, abarcando al 45.1% del empleo total mundial, mientras que la industria el 23% y la agricultura el 31.8% para el año 2013.[4]

Con la automatización de las tareas de control basada en los computadores digitales la rama de servicios se ha diversificado de manera notable. Ya no son solamente los trabajos clásicos como la limpieza, el trabajo doméstico o la educación, por citar algunos, sino que han brotado nuevos servicios tales como los incubados en las telecomunicaciones, la informática o Internet. Además, cada vez se reafirma una nueva rama de la economía: la de producción de mercancías intangibles, que también es un producto típico de la economía sobre bases digitales, la mayor de las veces confundida con los modernos servicios.

Esta nueva composición del proletariado ha motivado que estos modernos sectores en no pocas ocasiones se confundan con clases sociales diferentes al proletariado, motivo por el cual sirven de justificación para agruparlos en el erróneo concepto de clase trabajadora.

Algunas veces este concepto brota de las malas traducciones que se hacen de las obras de los fundadores del socialismo científico; en otras se emplea para oponer a la burguesía y a la gran burguesía el conjunto de las clases trabajadoras. En otras tantas, el concepto clase trabajadora surge entre los luchadores sociales, los sindicalistas y los comunistas por la débil formación que tienen sobre la concepción del mundo de Marx y Engels, aunque lleguen a tener una visión clara de las tareas que exige la lucha por la abolición del sistema de trabajo asalariado.

Pero hay también quienes en las filas de la lucha social conscientemente hacen uso de este concepto para impulsar una política conciliadora entre el proletariado, para filtrar los intereses de clase de la pequeña burguesía y de la burguesía no monopólica y sobreponerlos a los fines históricos del proletariado, haciéndoles creer que todos son una sola clase, la clase trabajadora. De esta forma, le quitan el contenido revolucionario al programa de la clase obrera para sustituirlo por la visión conservadora que tipifica a aquellas clases. Y esto es justamente lo delicado del asunto, pues muchas ocasiones la ingenuidad política le abre paso a la conciliación de clases en el programa del proletariado.

Agosto de 2016

[1] Lenin, Vladimir I. (1973). Una gran iniciativa, en Obras Escogidas en tres tomos. Moscú. Edit. Progreso.

[2] Véase Marx y Engels. (1980). Manifiesto del Partido Comunista, en Obras Escogidas en tres tomos, Tomo I. Moscú, Editorial Progreso.

[3] En la versión alemana, el párrafo completo es como sigue: “Aber die Bourgeoisie hat nicht nur die Waffen

geschmiedet, die ihr den Tod bringen; sie hat auch die Männer gezeugt, die diese Waffen führen werden – die

modernen Arbeiter, die Proletarier.” [“Pero la burguesía no sólo ha forjado las armas que deben darle muerte;

sino que también a los hombres que van a manejar esas armas - la clase obrera moderna, el proletariado”].

www.marxists.org/deutsch/archiv/marx-engels/1848/manifest/1-bourprol.htm

[4] International Labor Office. (2014). Global Employment Trends 2014. Risk of a jobless recovery? Geneva, p. 97