Las formas de producción de la telefonía en México

Miguel Ángel Lara Sánchez

Presentación

Estas notas tienen la intención de hacer un repaso sucinto de las formas de producción por las que ha atravesado la telefonía en nuestro país. El enfoque no consistirá en la descripción paso a paso de los procesos cuantitativos o en el mero recuento de los cambios tecnológicos presentados desde el punto de vista de su secuencia temporal (aunque en rigor coincide con la sucesión histórica de los mismos), sino en explicarlos a la luz de la concepción de Marx sobre el proceso de trabajo capitalista, de las revoluciones en las condiciones técnicas y/o sociales del proceso de producción que hacen época en la producción del capital.

No obstante que este material fue escrito en 2001 y es la primera vez que se publica, sin embargo tiene plena vigencia su contenido, pues es de los pocos que intentan una periodización de la telefonía con base en la Crítica de la Economía Política.

Abril de 2013

Abstract

These notes are intended to make a succinct overview of the production forms which has gone through the Mexican telephony. The approach does not consist of step by step description of the quantitative process or the mere count of technological changes presented from the point of view of their temporal sequence (though in fact coincides with the historic succession of them), but explain in the light of Marx's conception of capitalist labor process, the revolutions in the technical and/or social conditions of the production process epoch-making in the production of capital.

Although this material was written in 2001and it is the first time it is published, but its content is fully in force, as it is of the few to attempt a periodization of telephony based on the Critique of Political Economy.

April 2013

I La telefonía basada en la manufactura[1]

La telefonía como forma particular de producción de un singular servicio, la llamada telefónica, nace en momentos en que la sociedad burguesa tiene su base de producción material en la maquinaria y la gran industria. Su origen se remonta hacia los años setenta del siglo XIX, siendo hija de los descubrimientos realizados en el campo de la electricidad y el magnetismo, aplicados a la industria. En México se introduce en 1878, apenas unos cuantos años después de su invención y aplicación comercial.

Y aunque desde la realización de la primera llamada telefónica se empleaba una máquina para hacer posible la cristalización de este novedoso producto del trabajo, ya sea que nos estemos refiriendo a los primeros teléfonos, que se conectaban uno al otro mediante un cable directo o un poco más tarde, cuando ya eran tantas las conexiones directas que fue necesaria la concentración de éstas en un cuadro conmutador, sin embargo, el hecho de aparecer máquinas en escena no los ubica dentro de las figuras de la producción automática, dado que este mecanismo depende del virtuosismo y la voluntad del operador (a) y no al revés como veremos más adelante.

Desde la introducción de la telefonía en México hasta la segunda década del siglo XX, es decir, poco más de treinta años, se puede afirmar que esta rama productiva se encontraba regida por las formas manufactureras de producción. En este corto período de tiempo se produjeron innovaciones importantes, tales como la aparición del cuadro conmutador, al que nos referimos líneas arriba; la expulsión de la fuerza de trabajo de la labor de alimentación de energía, cuando la operadora o los usuarios accionaban las manivelas de los magnetos; la división del trabajo en los cuadros conmutadores, al disponerse unos para que la operadora atendiera las llamadas entrantes y otros, para enrutar las llamadas de salida; o bien, la aparición en 1911 de una nueva mercancía que, aunque lo mismo se distinguía de las convencionales por conducir el sonido (en este caso la voz), sin embargo se diferenciaba porque la llamada no se transportaba dentro de la misma ciudad sino a otra distinta. Nos referimos, pues, a las llamadas de larga distancia.

También en el curso de estas tres décadas al interior de la telefonía se desarrolló la división del trabajo, dándole cuerpo al obrero colectivo combinado, compuesto de varios grupos parciales de obreros especializados y dedicados a unas cuantas tareas singulares. Entre ellos podemos mencionar, en primer lugar, a las operadoras, a los cablistas, quienes instalaban las nuevas líneas, los que tendían las líneas aéreas, los que reparaban los teléfonos, los que arreglaban los conmutadores y los mantenían en funcionamiento continuo, los oficinistas, etc.

Pero una cosa distinguió a la telefonía en estos primeros decenios de su existencia. Que para la realización de la llamada no sólo se requería que el usuario manipulara el teléfono o incluso que marcara el número con el cual se pretendía establecer la comunicación, sino que primordialmente era indispensable que mediara una tercera persona para hacer posible la comunicación, o sea, la operadora, que se encargaba de enlazar la comunicación de un punto a otro.

Valiéndose de un mecanismo llamado conmutador, ella era quien detectaba el momento en que alguien quería hacer una llamada; acto seguido, se enlazaba mediante la conexión de unos cables llamados cordones, solicitaba al usuario el número de teléfono con quien deseaba hablar, buscaba en el cuadro conmutador el switch de enlace de dicha persona y con otro cordón establecía la conexión, realizando así el enlace entre los circuitos. Ya durante la llamada, tenía que estar verificando continuamente la realización de ésta para desconectar los circuitos una vez que terminaba la conversación.

De la atención puesta por la operadora a las señales de la llamada, de su velocidad de operación de los cordones, de la habilidad visual y cerebral para localizar los circuitos correspondientes, de su capacidad de memoria temporal para retener la información necesaria que le brindan los usuarios, de la cadencia de sus movimientos laborales y de la destreza con que realiza todas estas operaciones manuales y mentales, depende por tanto la realización de la llamada. Así pues, en el acto laboral es la fuerza de trabajo el sujeto determinante de su cristalización, aunque ésta se valga de la operación de un mecanismo sofisticado llamado conmutador.

En este caso, la operadora se vale de un instrumento maquiniforme y no al revés, que el instrumento se sirva de ella para hacer posible la realización del acto laboral.[2] Es la operadora, así como los restantes segmentos de obreros especializados, el sujeto determinante de la producción. Por eso, la figura inicial con la que brota la telefonía como rama productiva particular es la manufactura capitalista.

II La telefonía basada en el maquinismo

Un pequeño mecanismo introducido en 1892 llamado relevador anunciaba ya desde entonces el ocaso de la manufactura telefonista. Mientras estuvo dedicado a realizar labores de paso de la corriente eléctrica en actividades secundarias, no provocaba cambio singular alguno; pero cuando, ya perfeccionado, se encargó de conectar y desconectar los circuitos de los usuarios en el conmutador, desplazó a la operadora en su actividad principal: el uso de los cordones para enlazar dichos circuitos, provocando la revolución tan esperada por el capital en esta esfera: automatizar la conmutación de la llamada.

Esto sucedió en México en la segunda década del siglo XX y a partir de ese momento podemos decir que la telefonía objetivizó su proceso de realización. Ya no era necesaria la presencia humana para cristalizar la llamada[3]; abruptamente fue desplazada de este segmento nuclear del proceso laboral y con ello se logró imponer el principio automático en la telefonía. De ser manipulados por la fuerza de trabajo los instrumentos principales para hacer posible la conexión de los circuitos, pasaron a ser movidos por un mecanismo automático llamado selector. Con ello arribamos, por tanto, a la época del maquinismo en esta rama de la economía.

Pero si bien la operadora es desplazada de esta función principal, no obstante cable aclarar que por lo desarrollado de la división del trabajo al interior de la telefonía, la presencia activa y fundamental de la fuerza de trabajo se mantiene en otras áreas de trabajo, aunque todas ellas sean complementos de la función esencial de conmutación de los impulsos eléctricos para las llamadas locales.

Por el momento, la operadora es desplazada de la conmutación dentro de las ciudades, es decir, de lo que se denomina la telefonía local, pues de la realización de las llamadas de larga distancia tanto nacional como internacional aún se mantuvo su presencia determinante por varias décadas. Y, dado que este tipo particular de mercancías era uno de los que más plusvalía dejaba a los capitales tanto nacionales como extranjeros que controlaban esta rama productiva, es que muy pronto racionalizaron los gestos y actividades laborales de las operadoras mediante la aplicación del taylorismo.

A partir de la introducción del maquinismo en la telefonía y por un tiempo aproximado de cincuenta años (es decir, al cierre de la década de los setenta del siglo XX) ocurrieron cambios importantes en la producción de la telefonía, tales como la masificación de las llamadas tanto locales como de larga distancia; su extensión al ámbito internacional, la aparición de la telefonía satelital en los años sesenta del siglo anterior, apoyándose en las ventajas de la transmisión de las señales por radio; los enlaces marítimos; la comunicación intercontinental, valiéndose del tendido de cables submarinos; las primeras señales de transmisión de datos; los perfeccionamientos tanto en el sistema de transmisión como el de conmutación; la existencia misma de éstos como sistemas automáticos integrados, de tal manera que por cualquiera de las ciudades de la República que se recorran, se observaba la proliferación de enormes edificios de gruesas paredes de concreto que alojaban descomunales sistemas maquinizados basados en el principio electromecánico, donde “el movimiento casi solemnemente acompasado de sus miembros gigantescos, estalla ahora en la danza locamente febril y vertiginosa de sus innumerables órganos de trabajo”[4] y el obrero se convierte en un simple apéndice de estos autómatas, dedicado a las tareas de monitoreo, mantenimiento y corrección de las fallas que presenta.[5]

El progreso de la industria, el desarrollo cada vez mayor de las ciudades, las necesidades de comunicación entre una población que crece por millones año con año, así como la necesaria expansión de los mercados y su localización cada vez más distante, hicieron, como antaño, inevitable el tránsito hacia una forma superior en el modo de producir el excedente capitalista.

III La telefonía digital

La invención del transistor en los años cincuenta del Siglo XX marcó el punto de partida para una nueva revolución del proceso laboral tanto en el plano de la producción capitalista en general como al nivel de la telefonía. Con esta innovación, así como la posterior invención, entre otras, de los semiconductores, resistores, capacitores y microprocesadores, de un lado, y por otro, la aplicación del lenguaje binario para la transmisión de señales y la aparición de las fibras ópticas, es que se abre paso una nueva transformación radical de la producción, por lo que se refiere a las condiciones técnicas de la producción. Se sustituyen los autómatas de partes movibles con sus flechas, engranes, ruedas dentadas y volantes, etc., por otros sistemas de partes fijas, miniaturizados, de accionar silencioso a base de una estructura modular, pero cuya característica principal consiste en ser movidos, controlados y monitoreados desde un ordenador o computadora central.

La introducción de las computadoras al núcleo del proceso de producción en la telefonía hace época. Con la instalación en México de la primera central digital en el año 1979 se abre paso no sólo a un nuevo espectro tecnológico en este sector, sino una verdadera revolución en el proceso productivo. Si antes de la invención del relevador y del selector como la principal máquina de trabajo, aunados al registro como una de las primeras máquinas de control desplazaron las manos, el sistema auditivo y el visual de la operadora, así como algunas de las funciones básicas de memoria, pero centrado el desplazamiento en el trabajo manual, con la tecnología digital a base de computadores lo que presenciamos es la sustitución del trabajo mental, que aún tenía un peso importante en la persona del obrero tanto en las tareas de mantenimiento como en las de control y monitoreo del sistema integrado. Es la objetivación del trabajo mental lo que vuelve a transformar la fisonomía del proceso de trabajo y de valorización del capital, refigurado por completo.

Pero estos cambios no fueron los únicos. A ellos se sumaron las transformaciones ocurridas en las condiciones sociales de la producción, que se fraguaron en la década de los ochenta. Su centro principal lo tenemos con la expulsión de racimos de obreros completos en las tareas de limpieza, ajuste y mantenimiento de los autómatas electromagnéticos y con la eliminación de la abigarrada división del trabajo que éstos demandaban, lo que cristalizó con la eliminación de los convenios departamentales a principios de la década de los noventa del siglo anterior y con ellos, de numerosas gradaciones de telefonistas basadas en una detallada y puntual asignación de tareas específicas, que produjo una descalificación súbita de la fuerza de trabajo y una desvalorización que se tradujo en la pérdida de poder adquisitivo de todos los telefonistas en los años siguientes.

Todo esto no quiere decir que el cien por ciento de la rama esté completamente automatizado. En la actualidad todo el núcleo principal de las telecomunicaciones se encuentra digitalizado, pero a su lado coexisten numerosos segmentos laborales con formas de trabajo diversas. Es el caso de los telefonistas dedicados a la operación y expansión de la planta externa (cableros, linieros, posteros, probadores, etc.), que se mueven en torno a formas cooperativas y manufactureras de trabajo; de las operadoras, que prosiguen bajo formas de trabajo ahora basadas en el taylorismo electrónico y de los trabajadores dedicados al procesamiento de la información y a la comercialización, donde encontramos una combinación de la manufactura con el uso de computadores, por citar algunos casos.[6]

Las generaciones actuales estamos viviendo esta nueva revolución en el modo de producir. Algunas de las transformaciones fundamentales que se han desencadenado son el tránsito de la telefonía hacia empresas de telecomunicaciones, la automatización del procesamiento de la información, así como la fusión de estas dos ramas para dar origen a la Telemática; la integración de la voz, datos y el video en un solo espectro tecnológico de conmutación y transmisión; nuevas ramas productivas tales como las de multimedios, la multiplicación de nuevos y variados productos, la aparición de sistemas basados en redes informáticas; una profunda reestructuración de las condiciones generales de la producción social, donde la revolución en las telecomunicaciones y la informática son su motor principal y una de las bases para el arribo a una economía mundial más integrada, lo mismo que las relaciones económico-sociales en su conjunto, por citar algunas de las más relevantes.

Aparte de la descalificación y apropiación por los autómatas digitalizados de un gran número de sus actividades laborales, la factura que han tenido que pagar los telefonistas mexicanos ha sido muy elevada, pues hay que agregar el efecto negativo que produjo la privatización del sector. De principios de los años noventa del siglo anterior a la fecha, se ha reducido la plantilla de telefonistas frente al escandaloso crecimiento del contratismo y subcontratismo; ha ocurrido una fuerte invasión de sus tareas por el personal de confianza (perteneciente a Telmex y fuera de ésta) y sobre todo por empresas contratistas y subcontratistas (llamado outsourcing), el proceso de precarización es cada vez más acentuado y han disminuido con notoriedad las conquistas laborales plasmadas en el contrato colectivo de trabajo.[7]

Esta revolución productiva aún no ha desplegado todas sus potencialidades. Falta por ver al menos de dos a tres décadas de continuos cambios en todos los órdenes de la producción social y de las telecomunicaciones en particular. Sin embargo, desde que imprimió su sello en este sector, ha sido necesario que tanto los trabajadores como sus sindicatos se hayan puesto a tono con los nuevos requerimientos que el cambio ha exigido, tales como una capacitación cualitativamente superior que les posibilite el dominio de conjunto de estos nuevos sistemas digitales integrados hasta la remodelación tanto de su visión estratégica como de la actualización de sus tácticas de lucha y formas de organización, aunque en el caso de los telefonistas mexicanos su lucha se torna más difícil debido al control de su organización sindical por un eterno líder al servicio de la política neoliberal de Carlos Slim y que ha convertido al sindicato en su fuente de poder político y económico en perjuicio de los telefonistas.

Sin embargo, la tecnología no sólo ha puesto las bondades de la ciencia al servicio del capital, sino que también ha depositado en manos de la clase obrera novedosos y poderosos instrumentos que le permiten continuar y afinar su ruta hacia la emancipación del trabajo asalariado.

Enero de 2001

[1] Por manufactura entendemos el período histórico del capitalismo donde la producción de la plusvalía relativa tenía su base en la división del trabajo y el obrero parcial es el sujeto principal en torno al cual se organiza la producción. No la entendemos en el sentido convencional, que la refiere por lo regular al sector industrial de un país.

[2] Para una mayor distinción entre instrumento maquiniforme y máquina, se puede consultar: Marx, C. El Capital, Cap. Maquinaria y Gran Industria.

[3] Y no nos referimos aquí sólo a las llamadas de larga distancia, con las que comúnmente en la actualidad se ubica a las operadoras, sino fundamentalmente a las llamadas locales de ese entonces.

[4] Marx, C. El Capital. TI, Vol. 2, pág. 464, Edit. Siglo XXI, México, 1985.

[5] Una exposición detallada del maquinismo en la telefonía se puede ver en Lara, Miguel A. Proceso de trabajo y automatismo (El caso de Teléfonos de México). Tesis de Licenciatura. FE/UNAM, México, 1992.

[6] Aunque en este último segmento la aparición las intranets y los programas de cómputo de gran alcance vienen objetivando el trabajo a pasos agigantados.

[7] Que terminaron por modificar en 2009 las condiciones de la jubilación y el sistema de pensiones, haciendo laborar más años a los trabajadores, aumentando la edad de jubilación y reduciéndoles el monto de la pensión.