El capitalismo mundial y la economía mexicana

Miguel Ángel Lara Sánchez

1. Los cambios en el modo de producir a nivel mundial

A dos décadas de la nueva centuria las principales transformaciones ocurridas en el capitalismo mundial podemos agruparlas en lo que corresponde a su proceso laboral y a su proceso de valorización del capital. Nos encontramos en el momento en que las transformaciones derivadas de la automatización de las tareas de control – y de la automatización del trabajo mental en general-, con base en los computadores digitales, está llegando a su punto máximo de despliegue, poco más de 25 años después de que la economía planetaria se revolucionara con Internet, a principios de los años noventa del siglo anterior. La unión de la telemática con la medicina y la biología, más los desarrollos últimos en la nanotecnología, están creando las bases para las revoluciones en las condiciones técnicas y sociales de la producción capitalista y con ello una nueva forma de extracción de plusvalía relativa, que dará pie a un nuevo ciclo de larga duración.

Los desarrollos en inteligencia artificial (IA) y en el internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés), por un lado, marcan las innovaciones fundamentales en el terreno de la cibernética y las telecomunicaciones. En lo que se refiere a la inteligencia artificial, su objeto consiste en la automatización de funciones cerebrales complejas y por tanto, en la objetivación creciente de procesos laborales basados en el conocimiento o en el trabajo intelectual complejo, como por ejemplo el diagnóstico médico, la abogacía, la predicción, el aprendizaje, etc. Para ello se requiere de nuevos medios de trabajo tales como la programación especial y computadoras de alta capacidad para el manejo de grandes bases de datos (big data), anchos de banda grandes, redes celulares y satelitales, y la extensión cuasi masiva de las fibras ópticas, prefencialmente. Su tendencia inmediata es la sustitución de la fuerza de trabajo especializada en una gran variedad de oficios: en los médicos, abogados, analistas, programadores y en general del trabajo intelectual vivo por el trabajo intelectual complejo objetivado, automatizado.

Y como las funciones de monitoreo, vigilancia y comando de la fuerza de trabajo que se sitúa al lado del proceso inmediato de trabajo se automatizan con la IA, se produce la expulsión progresiva del trabajo cerebral humano de estas funciones. En la esfera de la producción, sus aplicaciones apenas comienzan (sistema de salud, relaciones laborales, economía digital y otras); pero en la esfera de la circulación del capital es donde más desarrolladas se encuentran sus aplicaciones, tales como en la mercadotecnia, el transporte, las criptomonedas y labanca. Merece especial atención la creación de autómatas que, por su manejo de grandes masas de información, posibilitarán en el corto plazo el comienzo del manejo objetivado de la organización social del proceso de producción, uno de los pilares esenciales de la productividad del trabajo[1]

Entre los principales efectos en la valorización del capital tenemos la confiscación del trabajo intelectual complejo del obrero por el autómata y la consiguiente reducción del capital variable calificado, al ser expulsado del proceso laboral mismo; la mayor automatización de las funciones del comando capitalista (directivos) y la disminución de costos en el manejo de grandes volúmenes de datos por los computadores; aumentos significativos en la tasa de ganancia por la reducción del capital variable calificado, la reducción del costo en el manejo de la información, la reducción del tiempo de circulación en varios de sus segmentos, la predicción oportuna de fallas en el funcionamiento de los autómatas, el perfeccionamiento de la automatización de los procesos laborales y el aumento de las masas de plusvalía por la objetivación mayor del proceso laboral, mayor sincronía y funcionamiento ininterrumpido del mismo.

A escala social sus transformaciones ya son visibles. Aplicaciones en la ciberseguridad (detección facial, por ejemplo), en el Derecho, en la detección automática de las emociones a través de las redes sociales y sus repercusiones en las relaciones sociales y familiares; en las Artes y la cultura en general; en la masificación planetaria de los gustos, la música, la pintura, etc., a través de su gestión por la IA. Y lo mismo en la cotidianidad: la alimentación, las relaciones de pareja y de grupos inducidas por las evaluaciones, predicciones e inducciones. En el terreno político ocurre un mayor control por el Estado de la dominación clasista a través del espionaje planetario, la vigilancia masiva y el conocimiento del estado de ánimo de las clases sociales, sobre todo las dominadas.

Por lo que respecta al Internet de las Cosas, podemos englobarla como la interconexión y gestión automáticas de todas las mercancías, servicios y objetos en general que puedan ser conectados a Internet, con lo que se produce la objetivación del rastreo, búsqueda, recopilación, contabilidad, análisis y procesamiento de los datos generados por los miles de millones de objetos conectados, entre los cuales también se incluye a los seres vivos[2], lo que significa que las computadoras cuentan con sus propios medios objetivados para la aprehensión de la realidad objetiva. Esto producirá la expulsión del ser humano en las labores de interconexión de datos y su gestión. Para el IoT pueda desplegarse, ha sido necesaria la creación de mayores escalas en la miniaturización de los sensores, de las máquinas de trabajo y de las de control digitalizadas, lo que le da a Internet una nueva cualidad como plataforma sensorial; también ha requerido de nuevas revoluciones técnicas tales como la identificación por radiofrecuencias (RFID), en la comunicación digital, el advenimiento de IPv6 y la tecnología de transporte 5G que pueda soportar gigantescas masas de datos a una velocidad de una escala temporal superior. Justo entre los medios indispensables para su procesamiento tenemos a la IA, las redes punto a punto, grandes anchos de banda y nuevas formas de computación como la cuántica, que recientemente ya ha empezado a comercializarse, aunque todavía a un precio muy elevado.[3]

Entre los principales efectos en la reproducción del capital, IoT acentuará la producción justo a tiempo, el perfeccionamiento síncrono de los diversos procesos parciales de trabajo y por tanto, la división interna del trabajo tendrá mejores niveles de integración y continuidad; abre el proceso de objetivación en la toma de decisiones, hasta hoy reservada al comando capitalista humano, así como a las fases intermedias de la gestión del trabajo calificado. en general, IoT mejorará el volumen y eficacia de los medios de producción, el grado medio de destreza del obrero y la optimización de las condiciones naturales, con lo que revoluciona a su vez varios de los elementos determinantes de la productividad del trabajo.

En la circulación del capital, IoT revolucionará las condiciones generales del proceso social de producción, es decir los medios de comunicación, transporte y telecomunicaciones; acortará el ciclo de rotación del capital en toda la fase de la circulación del capital y acoplará de mejor manera ésta con la esfera de la producción. al combinarse con la explotación capitalista del genoma y con los ordenadores de ADN, la nanotecnología, la IA y la biotecnología, convergerán en una amalgama de innovaciones que marcan el camino de la próxima revolución del proceso de trabajo capitalista.

Estas son las innovaciones fundamentales que hasta el momento se han estado desplegando en la producción material, tangible e intangible, sobre las cuales se ha desatado una encarnizada lucha entre las dos principales potencias económicas del orbe, los Estados Unidos y la República Popular China, por tener el control sobre la mayor parte de su explotación y propagación. Pero no son las únicas causas que explican la colisión. La primera nación hace tiempo que ha perdido su papel hegemónico en el mercado mundial. Como país, los Estados Unidos son aún la primera potencia productora de riqueza, seguida de cerca por China, pero en la exportación de mercancías ya han sucumbido ante esta última en el año 2018 al quedar en segundo lugar. Pero como bloque económico, hace años que Norteamérica ocupa el tercer lugar, alejándose cada vez más de la Unión Europea en términos de valor en el intercambio mundial.

Si ahora atendemos los cambios en el capitalismo mundial, no por su núcleo reproductor de plusvalor, sino por la forma que ha cobrado en la actualidad, tenemos dos cambios fundamentales. El primero se ubica en la forma individual del capital: nos referimos a la evolución operada en el seno de la corporación multinacional. Dentro de ella ha surgido la empresa tecnológica multinacional como consecuencia del rápido crecimiento de la economía digital. Su período de mayor crecimiento se produjo entre 2010 y 2016, convirtiéndose en las multinacionales globales más grandes y las más dinámicas. Los componentes de capital al seno de ellas se centran en el crecimiento de los intangibles y de efectivo, los cuales generan poco trabajo asalariado; cuentan con bajos costos en el capital constante tangible, tienen baja adquisición de deuda, abundante liquidez y mayores márgenes de ganancia. Para el año 2017, de las 100 corporaciones multinacionales más poderosas, 19 eran tecnológicas y concentraban el 20% de los activos y el 19% de los ingresos de operación, si solo se consideran a las empresas con activos en varios países; pero considerando a Facebook, Amazon y ATT, cuyas propiedades se encuentran concentradas fundamentalmente en un país, los porcentajes se elevan de manera significativa, de acuerdo con una investigación de la UNCTAD.[4] Siendo capitales alojados en las ramas de telecomunicaciones e informática, estas empresas también están cumpliendo el papel de la creación de las nuevas condiciones generales materiales digitalizadas de la producción típicamente mundial.

Si atendemos ahora a los cambios en la forma social del capital, justo el bloque económico aparece como nueva forma de organización de la producción mundial capitalista, nacida en los años sesenta en Europa y en Asia, y ya con importantes signos de madurez. Hoy casi todo el planeta se encuentra organizado en bloques económicos. La única excepción es la región de Medio Oriente debido a que aún conserva la mayor parte de las mercancía básicas de la reproducción: el petróleo y el gas y para las potencias imperialistas su unificación constituye un riesgo de la valorización del capital. Existen aún unos cuantos países que no se encuentran formando parte de un bloque económico, como Luxemburgo y Mongolia, pero lo típico de nuestros días es que la centralización de capitales ha dado lugar a un nuevo espacio del capital, que al mismo tiempo constituye una nueva fuerza productiva, dependiendo de sus grados de integración económica.

La Unión Europea es el bloque con mayor grado de integración, aunque se encuentra más desarrollado en la esfera de la circulación del capital que en la productiva, destacando la existencia de un solo sistema monetario para la mayor parte de los países europeos, la integración de los bancos centrales, el mercado único, el libre flujo de la fuerza de trabajo, el comienzo de la integración de la banca privada tras la crisis de deuda soberana de 2012, así como importantes procesos de unificación en ramas estratégicas como la aeronáutica, la agricultura, las telecomunicaciones, etc. Le sigue en importancia el bloque conformado por la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés), cuya integración tiene el acento en la esfera de la producción del capital al estar cerca de la creación de “una sola unidad productiva”, como la definen sus Estados miembros, tras casi cincuenta años de ir tejiendo una división regional del trabajo planeada de manera consciente. Este bloque destaca porque es el número uno a nivel mundial en la producción y exportación de ramas clave en las formas actuales de plusvalía relativa, tales como la producción de circuitos integrados, equipo de computación y de telecomunicaciones. Otros bloques que cuentan con procesos de integración a diversas escalas son la Comunidad de Estados Independientes, el Mercosur, la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA-TCP), y la Unión Africana.

Contraviniendo todas las teorías de la integración, a raíz de la crisis general del capitalismo ocurrida en 2008-2009 se formó el bloque llamado BRICS, rompiendo con el criterio regional como la base de la unificación. Este bloque comprende países de tres continentes distintos y ha alcanzado un papel importante en el mercado mundial, pues ya comercia poco más del 15% del intercambio. De manera rápida ha logrado crear un mercado común y se alista a convertirse en una potencia financiera con la creación del Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura (BIIA), que tiende a desplazar al Banco Mundial y al FMI como los centros fundamentales del crédito a escala planetaria.

El bloque que ocupa el tercer lugar en importancia es el TLCAN, ahora TMEC. Lo destacamos por separado porque es el único que de manera consciente por los Estados Unidos no avanza hacia procesos de integración.

El TLCAN no pretende la integración de un bloque regional que abarque el proceso de producción, determinadas formas de la circulación del capital y mucho menos la construcción de una superestructura jurídico-política de corte regional. La historia de la región es muy diferente a la de Europa o Asia. En nuestro caso, a Estados Unidos no le interesa un bloque de este perfil porque él es la potencia hegemónica mundial emanada de la Segunda Guerra Mundial y en tanto tal, no tiene necesidad de un bloque de mayores dimensiones con sus vecinos inmediatos. El poder que le confiere el dominio político y económico a escala planetaria lo induce a seguir una política de corte neocolonial, particularmente en el caso de México…

En su lugar prosigue la expansión del poder económico y político de las grandes corporaciones norteamericanas, el dominio a través del capital de préstamo, de las instituciones financieras mundiales modeladas por los propios Estados Unidos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, la llamada dependencia financiera y también se refuerza con el control de las aplicaciones de la ciencia a la producción, es decir, de la tecnología, impidiéndole a los países del continente el florecimiento de la cadena nacional de innovación para hacerlos depender de la tecnología que van desechando las corporaciones norteamericanas.

Por ello no existe la menor de las intenciones para que los EU impulsen la integración regional de las actividades de investigación y desarrollo, como ocurre en los bloques europeo y asiático, tampoco se observan la centralización de capitales en fondos comunes que vaya eliminando las grandes diferencias en el desarrollo que presentan las economías del continente.[5]

Presos de las políticas reeleccionistas del presidente en turno de los EUA, el proceso de negociación del tratado en el año 2018, antes de que concluyera la gestión del último presidente priísta, dio como resultado un acuerdo magro que rechaza nuevamente un proceso real de integración de las tres economías. El T-MEC favoreció a los capitales del sector agroalimentario porque se abrió sin restricción alguna; incorporó las disposiciones de etiquetado y certificación para facilitar el comercio de alimentos; aumentó la franquicia de mensajería y paquetería a 117 USD sin impuestos y buscó alentar las exportaciones de las pequeñas y medianas. Pero, a estas ventajas se plasmaron importantes reveses: el paso del contenido regional del sector automotriz de 62.5% al 75%. Tres cuartas partes de los componentes automotrices deberán ser fabricados en cualquiera de los tres países para acceder a sus mercados sin aranceles; de ellos, del 40 al 45% deben ser producidos con salarios iguales o superiores a 16 dólares la hora, por lo que México queda fuera de ello, amén de los amagos de aumento a las importaciones del acero y el aluminio. En suma, la renegociación que dio origen al T-MEC hizo perder a la industria automotriz, la textil y la del acero y aluminio.[6] En ningún resultado vemos algún proceso de integración comercial o productiva, lo que refleja la pobreza del acuerdo y reafirma la supremacía yanqui, lo que convierte a este bloque en el único que no se propone la integración.

La pérdida de la hegemonía en las exportaciones mundiales de mercancías y el rápido ascenso de China en el mercado mundial todo, han situado a la defensiva a la oligarquía norteamericana privilegiando el proteccionismo, cuando justo desde el continente asiático se ha impulsado el primer proyecto de desarrollo capitalista cuyo radio de acción comprende no un país o región en particular, sino el planeta todo. Nos referimos a la Nueva ruta de la seda liderada por China y la Federación Rusa, que busca dar salida a las masivas exportaciones de mercancías y servicios de estos dos países, pero dejando de manera consciente una estela de desarrollo de las fuerzas productivas materiales a lo largo de la ruta meridional y baja del continente asiático, de Oceanía, África y América Latina.

Otra de las características fundamentales del capitalismo mundial en la actualidad consiste en la gran proporción del capital financiero, particularmente el especulativo y ficticio, frente al capital productivo. Considerando las cifras para el año 2017, la producción mundial fue de 75 billones de dólares (bdd), mientras que la masa monetaria en su versión extendida rebasaba los 90 bdd, el mercado accionario con 73 bdd y la deuda mundial sumaba los 215 bdd. Sin embargo, estas cantidades eran ínfimas frente al peso del capital concentrado en el mercado de derivados. En su versión somera, mínima, éste alcanzaba los 544 bdd, pero en su versión amplia llegaba a los 1,200 bdd. En el primer caso, el capital financiero era 12 veces mayor que la producción mundial y en el segundo 21 veces mayor. Es el fenómeno llamado financiarización, que incide, entre otras, en una mayor presión sobre la esfera de valorización del capital, la de la producción; en una mayor rapidez de los flujos de capital a lo largo de los mercados que integran la esfera de la circulación, acortando su tiempo de rotación, y sobre todo, en la potenciación de la especulación y el fraude en cada ciclo del capital y en cada crisis del mercado mundial, acentuando el estallido y las dimensiones de las contradicciones inherentes a la acumulación de capital a escala mundial, como ocurrió en 2008-2009. [7]

2. El modo de producción dominante en México y su composición de clase

Para fines de 2017 la población total en México sumaba casi los 124 millones de habitantes, de los cuales el instituto oficial de estadística, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), registraba 52.86 millones con una ocupación laboral, es decir, el 42.64%. Este porcentaje comprende las diversas formas de producción que cohesionan la formación económico-social mexicana, de las cuales el trabajo asalariado representa el 64.56% de esos casi 53 millones de habitantes. Pero dicha institución incluye aquí solo a los proletarios que reciben formal y legalmente un salario, por lo que habrá que agregarle aquellos obreros con remuneraciones de diferente tipo, llamadas “no salariales”, pero que desde el punto de vista de la Crítica de la Economía Política son tan solo formas diferentes del salario tales como el pago a comisión, por honorarios, a destajo o con base en las propinas de los clientes.[8]

También será necesario incorporar a las filas de la clase obrera mexicana a aquellos trabajadores que laboran sin pago alguno de salario, como los becarios, los que se encuentran realizando su servicio social o los aprendices, que preferentemente se localizan en las urbes y que el INEGI engloba bajo el rubro de trabajadores “no remunerados”[9]. De esta forma, de constituir 34,131,678 asalariados, se eleva a 37,597,315 equivaliendo al 71.12% de la fuerza de trabajo total con ocupación. El excedente de valor que producen estos 37.5 millones de obreros mexicanos alimenta a 2,422,078 capitalistas, envueltos bajo el ropaje de “empleadores” en la estadística oficial, representando el 4.58% de las personas con ocupación. Conforman la burguesía en sus fragmentos: monopólica y no monopólica.

De acuerdo al Cuadro 1, entre estas dos clases se sitúa la pequeña burguesía en sus diversas gradaciones que, por estas cifras, se sitúa en 12,846,452 personas, representando el 24.30% de la población ocupada.[10] Sin embargo, esta categoría de los “trabajadores por cuenta propia” es muy genérica, ya que esconde fragmentos sociales que no necesariamente corresponden a la pequeña burguesía, sino a otras clases sociales, como veremos en el siguiente apartado.

Por otra parte, cabe señalar que aún cuando la exportación de petróleo ha disminuido en el porcentaje total de las exportaciones de mercancías y servicios, sin embargo el comercio total aún se destina fundamentalmente hacia los Estados Unidos y la mayor parte de las importaciones de maquinaria, equipo y tecnología se hace desde ese mismo país, por lo que se mantiene el carácter dependiente de la economía mexicana. El hecho de que solo el 0.096% de las empresas son corporaciones monopólicas que contratan a más de 250 trabajadores bajo las formas de plusvalía relativa más evolucionadas y productivas tales como la automatización digital y el uso de robots, encontrándose dentro de ellas las principales exportadoras, frente al casi 95% de los establecimientos que llegan a ocupar a no más de 10 trabajadores, sobreviviendo casi la totalidad bajo formas manuales de trabajo de la cooperación simple y la división del trabajo y en la precariedad, tipifica a la economía mexicana en el subdesarrollo.[11]

En esta primera aproximación genérica casi dos tercios de la formación económico-social mexicana viven bajo las relaciones de capital que tienen como eje el trabajo asalariado como la forma dominante de producción, si lo medimos desde el punto de vista del universo de personas con una ocupación laboral. Este porcentaje será mayor si nos adentramos en los componentes genéricos que proporciona la estadística oficial, como veremos a continuación.

2.1 Desglose de las clases sociales

La masa de riqueza creada en 2017 medida de acuerdo al Producto Interno Bruto (PIB) fue de 21 billones 921 mil 241 millones 895 mil pesos, aunque esto es solo lo producido en un año; otra cosa es el capital total existente en el país, compuesto, entre otras cosas, de los bienes inmuebles, el capital fijo, el capital financiero, etc.[12] De acuerdo a los cálculos realizados por Del Castillo (2017), la masa total de capital en 2015 fue de 101 billones 323 mil 902 millones de pesos y estimado un ritmo de crecimiento de acuerdo a las tendencias fijadas por este autor y a la evolución de la economía mexicana, en 2017 alcanza los 116 billones de pesos (Cuadro 2).[13]

La masa total de capital se la reparten la burguesía y la pequeña burguesía, aunque esta última en una fracción reducida. La clase obrera solo tiene una porción insignificante que se reduce en lo fundamental a los bienes inmuebles que una parte de ella logra conseguir tras veinte años de trabajo. Por consiguiente, será en la burguesía donde se anida gran parte de la riqueza acumulada en el país, por lo que habremos de desglosar la información, hasta donde los datos existentes nos lo permitan, para reconfigurar su estructura interna.

a) La burguesía

En lo que se refiere al año 2014, Del Castillo infiere que el 10% de las personas más ricas en el país concentra el 75% de la riqueza;[14] para 2015, aunque el porcentaje fue similar, sin embargo el valor global de sus bienes se mantiene en aumento.

Otra manera de cuantificar los grados de concentración de la riqueza y de aproximarnos a la magnitud de los capitales que rigen el destino de nuestra formación económico-social consiste en la valoración del número de empresas y de establecimientos y su grado de monopolización. Como la información del INEGI no es homogénea y sobre todo, como en el momento en que esto se escribe aún no se actualiza el censo practicado en 2014, tenemos que remontarnos a los datos ofrecidos en el año 2013, cuando existían 4,230,745 establecimientos en todo el país. De ellos, los que ocupan 501 y más personas son los que podemos considerar los grandes capitales oligárquicos, siendo 3,269 y representando el 0.08% del total. Considerando ahora no los establecimientos sino el número de empresas, que en total suman 4,104267, el resultado es similar, ya que son 3,967 empresas compuestas de más de dos establecimientos las que ocupan 251 o más trabajadores, representando el 0.096% del total. Produjeron el 61.99% de la riqueza nacional en ese año y empleaban el 27% de la fuerza de trabajo.

Cuantificando ahora las empresas que pueden tener uno o más establecimientos y que ocupan más de 250 obreros, suman 7,219 y representan el 0.19% del total nacional, ocupando al 38.9% de la fuerza de trabajo; en ellas se genera el 74.42% del Producto Interno Bruto y sin duda forman la gran burguesía monopólica, de la que la oligarquía es su estrato superior. Las empresas que emplean entre 21 y 250 trabajadores podemos definirlas como la burguesía no monopólica y se distinguen de las que ocupan menos obreros porque consideramos que, arriba de 20 personas contratadas a sueldo, el dueño ya se puede desprender del proceso inmediato de transformación del objeto de trabajo para ejercer actividades de comando capitalista o de plano contratar a alguien para que realice estas funciones. Suman 91,673 establecimientos, pero se encuentran agrupadas en tan solo 47,762empresas. Equivalen al 2.17% del total de los establecimientos, pero tan solo 1.16% de las empresas; ocupan al 24.94% de la fuerza de trabajo y generan el aproximadamente el 12.33% del PIB (Cuadro 3).

Por otra parte, debido a que no existe información que disocie a los individuos que viven exclusivamente de la renta de capital, y que en la mayoría de los casos es el capitalista mismo el que también es dueño de la tierra o del capital fijo de alto valor, es que ubicamos a los rentistas dentro de las 1,605,096 personas.

Para el año 2017, la institución Oxfam señalaba que el 1% de los hombres más ricos concentraba el 28% de la riqueza física y el 80% de los activos financieros[15], cifras que coinciden con el reporte de la concentración de la riqueza que hace la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), que establece que para fines de 2016 el 1% más rico concentraba el 36% de la riqueza total.

De acuerdo al seguimiento que hace el grupo Forbes México, nos presenta dos listados de los hombres más ricos en 2017 con apenas un mes de diferencia entre uno y otro. En el primero, dado a conocer en marzo de 2018, incluye a 16 personajes que cuentan con una fortuna de más de mil millones de dólares, sumando 141 mil millones de dólares.[16] El segundo listado publicado en abril de 2018 refiere que, considerando ahora a las personas que tienen arriba de 500 millones de dólares, la cifra se eleva a 36 fortunas que amasan todas ellas un capital de 188,840 millones de dólares, que equivalen a 3 billones 656 mil 868 millones de pesos (Cuadro 4). [17] Esto representa el 3.15% del capital total existente en ese año, por lo que podemos afirmar que 360 personas (estimando

10 personas por familia de estos grandes ricos), que representan el 0.00029% de los 123.9 millones de mexicanos, se encuentran en la cúspide de la oligarquía mexicana y son los que definen el rumbo económico y político del país. La expansión de su poder económico llega al control de las principales empresas de todas las ramas que componen la división social del trabajo, ya que son corporaciones monopólicas multisectoriales que lo mismo se encuentra en la industria, en los servicios o en el campo, que en las finanzas.

b) La pequeña burguesía

Del universo de establecimientos existentes en 2013 que se reportan en la estadística oficial, podemos emprender con mayor detalle el análisis de los sectores que conforman a la pequeña burguesía. Podemos considerar que aquellos establecimientos que ocupan hasta 5 personas son su estrato inferior, es decir, 3,832,164; ellos son los que se encuentran en la condición económica más inestable debido a que su escaso capital los pone en el

filo de la ruina y de la consiguiente proletarización.[18] No son un número menor, ya que representan el 7.67% de la población ocupada en el país, considerando el total de 49,945,599 trabajadores ocupados a nivel nacional. Su sector medio lo podemos agrupar por los que emplean entre seis y diez personas, sumando la cantidad de 203,769 establecimientos. Representan el 0.41% de la población ocupada. Suponemos, al igual que en los restantes segmentos, que existe un capitalista por establecimiento. El sector superior está compuesto por un número menor: 95,394 establecimientos que ocupan entre 11 y 20 personas, equivaliendo al 0.19% de los ocupados y es el que goza de mayor estabilidad económica, situándose en la antesala de conformar parte de la burguesía mexicana. Aportan el 5.14% de la generación del PIB.

La suma de estos segmentos es de 4,131,327 personas, a las que consideramos pequeña burguesía con establecimientos propios y representa el 8.27% del total de ocupados a nivel nacional. Pero no son los únicos sectores que integran las filas de la pequeña burguesía, ya que aquí se consideran los que tienen una empresa, que por lo regular está compuesta de un solo establecimiento. Existen además una variada serie de personas que viven de su trabajo y que son dueños de sus medios de producción sin establecer una relación laboral como asalariados, pero que no cuentan con un lugar de trabajo formalmente constituido, tales como los artesanos, algunos profesionistas, microbuseros y taxistas que son dueños de sus unidades, los que tienen su negocio en su domicilio particular, etc. La estadística oficial los engloba en la categoría de “trabajadores por cuenta propia”, pero los mezcla con los obreros que también laboran por cuenta propia, por lo que no podemos cuantificarlos.

¿Cómo podemos aproximarnos a un estimado de ellos? Primero, deduciendo del total de Trabajadores por cuenta propia, que son 11,096,188 en la estadística oficial, a quienes viven de la agricultura de subsistencia (1,932,686) porque son auténticos campesinos pobres, más en el umbral de la proletarización que en las filas de la pequeña burguesía. Quedan 9,163,502 personas con ocupación, a las cuales habrá que deducir los 4,131,327 dueños de establecimientos, arrojando una cantidad de 5,032,175 trabajadores por cuenta propia. De ellos estimamos que el 25% (1,258,044) son dueños de sus negocios personales sin establecimientos formal y legalmente constituidos, considerando que son un número menor a los obreros que laboran por cuenta propia y que no tienen medios de producción propios, sobreviviendo únicamente de su capacidad de trabajo, los cuales debemos incluir en las filas de la clase obrera.

De esta manera, del total de personal ocupado a nivel nacional, la pequeña burguesía incluye a 7,322,057 personas para el año 2013, equivaliendo al 14.66%. Como los resultados del próximo censo de población se publicarán por lo menos a fines de 2019, consideramos que cuatro años después este porcentaje no tiene variaciones significativas; sin embargo, de acuerdo a las leyes económicas que rigen a la sociedad burguesa, es de esperarse un ligero aumento en el porcentaje de la pequeña burguesía de subsistencia debido a la centralización del capital y al empobrecimiento progresivo de su sector medio, además de aquellos que engrosen las filas del proletariado.

c) El proletariado

La composición del proletariado en el caso de nuestro país tiene no pocos grados de dificultad por la manera en que se recopila la información estadística por los órganos oficiales y porque los nuevos sectores de la clase obrera que han surgido a raíz de la revolución operada por los autómatas digitalizados no son tomados en cuenta como sujetos de estratificación social diferentes a los convencionales, heredados del maquinismo y el fordismo. No obstante lo anterior, habremos de establecer su composición sectorial hasta donde la estadística nos lo permita, considerando que es obrero o proletario aquella fuerza de trabajo que carece de medios de producción propios y que para sobrevivir él y su familia, tiene que someterse al régimen del trabajo asalariado, bajo sus distintas modalidades.[19]

Con el empleo ahora de las cifras del año 2017, el INEGI da cuenta de 34,131,678 trabajadores que laboran bajo el régimen del trabajo asalariado. Enseguida agrupa a 2,080,488 personas bajo el concepto de trabajadores con percepciones no salariales, entre las que señala a los que se les paga por comisión, por honorarios, a destajo y con base en propinas, como vimos al principio. Sin embargo, de acuerdo a las diversas formas en que se expresa el salario en la sociedad burguesa y que se encuentran fundamentadas en la Crítica de la Economía Política,[20] todas ellas, con algunos matices en la última forma, dan cuenta de que se trata de obreros y no de otros fragmentos de clases sociales distintas, por lo que habremos de considerarlos como tales. Como decíamos líneas arriba, también debemos incluir al sector de trabajadores no remunerados como parte de la clase obrera, dando un total de 37.6 millones. Hasta aquí la información que en lo general no tiene mayores dificultades.

Pero, de los trabajadores registrados por cuenta propia (11,689,029 en total), tenemos que existen millones que viven de su trabajo. Ya descontados los que son parte de la pequeña burguesía y de los campesinos que pertenecen a la agricultura de subsistencia, quedan 4,210,930 que debemos incluir en las filas del proletariado. Aquí creemos que debemos ubicar a los trabajadores domésticos remunerados, que suman la cantidad de 2,347,350 y que equivalen al 4.44% de la población con empleo.[21] Por tanto, del total de trabajadores ocupados a nivel nacional, la clase obrera mexicana suma 42,965,668, lo que equivale al 81.27% (Cuadro 6).

i) Estratificación sectorial de la clase obrera

La estadística oficial no nos permite la estratificación de la clase obrera de acuerdo a los 42.9 millones signados en el Cuadro 4, que sería lo más adecuado. Sin embargo, con la sectorización que hace a partir de los principales rubros, podemos hacerlo, tomando en cuenta los 37,597,315 obreros. Por los tres grandes conglomerados de fuerza de trabajo que habitualmente se emplean en la estadística convencional, los proletarios mexicanos están distribuidos como sigue: el llamado sector primario, que comprende la agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca, aloja a 3,193,958 obreros, significando el 6.04% de la población ocupada; el proletariado industrial, a 10,838,419, siendo el 20.50% y los obreros de los servicios cuentan con 23,269,066, representando el 44.02% de la población ocupada. A su interior, la división por rama se puede ver en el Cuadro 7, donde destaca la rama industrial, con el 13.6%; el comercio, con el 10.04%; los servicios sociales, con 7.79% y los servicios diversos, con 7.84%.

Si agrupamos los servicios por el grado de dificultad en el trabajo, podemos afirmar que en el trabajo simple se encuentran el comercio, restaurantes y servicios de alojamiento y los sociales, sumando el 22.33%; los de mediana calificación los tenemos en los diversos y en el gobierno y organismos internacionales, sumando 12.18%, en tanto que los de trabajo complejo comprenden Transportes, comunicaciones, correos y almacenamiento, más los Profesionales, financieros y corporativos, representando el 9.5% de la población ocupada.[22]

ii) Trabajo infantil

Las cifras proporcionadas por el INEGI acerca de la población ocupada excluyen el trabajo infantil y no está incorporado en las magnitudes anteriores, por lo que es necesario agregarlo. Para el año de 2017 este instituto registra 2,312,414 niños y adolescentes debajo de la edad de trabajar a nivel nacional: 242,981 entre los 15 y los 17 años de edad en ocupaciones permitidas por las leyes laborales y 2,069,433 en actividades al margen de dichas leyes y consideradas como peligrosas, con edades de los 5 a los 17 años (Cuadro 8). Este es otro segmento que debemos considerar en las filas de la clase obrera mexicana, aunque no forma parte de la masa de ocupados formales a nivel nacional estimada por el INEGI, tan importante en número como el trabajo doméstico remunerado o los obreros con formas diversas de salario.

El porcentaje del trabajo infantil con respecto a la población de 5 a 17 años es de 7.88% y de 1.87% con respecto a la población total. Si se considera a los niños que laboran en los quehaceres domésticos, a lo que el INEGI denomina la medición “amplia”, el trabajo infantil asciende a 3,242,050.[23]

d) Otras clases

Las personas que laboran en la agricultura de subsistencia en general forman parte de la pequeña burguesía agraria, aunque son los más proclives a formar parte del proletariado debido a su condición precaria en numerosos casos. Una buena parte de ellos son semiproletarios, es decir, campesinos pobres cuyo fruto del trabajo de explotación de la tierra no les alcanza para vivir todo el año y en consecuencia tienen que alternarlo contratándose como jornaleros percibiendo un salario. Ellos son 1,702,450 y representan el 3.22% de la población total ocupada para el año 2017.

Finalmente, al lumpenproletariado lo consideramos como aquellos indigentes y personas que habitan en albergues que no forman parte de ninguna actividad económica que comprenda la producción o la circulación de mercancías o servicios. De acuerdo a un reporte del periódico Milenio Digital apoyado de un cálculo realizado por el INEGI, sin citarlo, las personas que viven en la calle o en albergues a nivel nacional son 407,720[24]; pero el mismo instituto dio a conocer en 2016 cifras más descarnadas. En su Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares da a conocer que son 1,095,474 hogares (6.8%), de un total de 33,462,598, los que ante la dificultad para satisfacer sus necesidades alimentarias, “tuvieron que hacer algo que hubieran preferido no hacer para conseguir comida”, como mendigar, mandar a los niños a trabajar o recurrir a “prácticas socialmente no aceptadas”, como robar. Multiplicadas las familias que incurrieron en esto por el número promedio de personas por familia (3.6), da como resultado 3,943,706 personas indigentes.[25] Por consiguiente, la indigencia va más allá de los individuos que viven en la llamada “situación de calle”; el resultado de la forma neoliberal del capitalismo mexicano arroja una masa enorme de desclasados, la mayor en América Latina.

Estas son, pues, las clases sociales existentes en nuestro país, considerando en la mayoría de los casos a la población total ocupada. Ahora pasemos a cuantificarlas de manera total, ya que es necesario considerar tanto a los desempleados como a lo que el INEGI denomina la Población No Económicamente Activa.

Tomando como base los porcentajes de cada clase y sector de clase con respecto a la población ocupada, la cuantificación total de la burguesía y los rentistas representa el 4.37% del total de la población mexicana, con 5,415,767 personas, ya incluidos los miembros de la llamada población económicamente no activa y los menores de 15 años. La pequeña burguesía equivale al 13.49% con 16,722,493 millones de personas y sus sectores más relevantes son el de subsistencia, con poco más de nueve millones de personas; los que laboran sin establecimientos formales (3.13 millones) y los campesinos pobres, con 3.8 millones de personas (Cuadro 9). El proletariado es el sector más numeroso de la población mexicana, representando el 78.96%; sus sectores más importantes son los obreros asalariados, con 77.5 millones de personas y los que laboran por cuenta propia, con poco más de 9.5 millones de personas. De este último sector cabe destacar que la población que vive del trabajo doméstico son 5.3 millones de habitantes, un número considerable. Los campesinos pobres son la fracción pequeñoburguesa más proclive a integrar las filas de la clase obrera, siendo no pocos de ellos semiproletarios. Por último, el lumpenproletariado también es muy elevado, representando el 3.18% del total de la población y su número lo restamos de la llamada población económicamente no activa.

La clase obrera mexicana integra el 78.9% de la población total, es decir 97.9 millones de habitantes. De ellos, su núcleo principal está compuesto de poco más de 82 millones de obreros y representa el 66.32% del total nacional. Ellos son los que se encuentran de manera principal en el proceso de valorización del capital y por tanto, en el régimen del trabajo asalariado. Son, además, los que producen más del 85% de la riqueza anual, gran parte de la cual es capital.

Por su parte, hemos visto que la burguesía representa en 2017 el 4.37% de la población total y que su sector monopólico, siendo apenas el 0.18%, sin embargo, mediante la explotación de la fuerza de trabajo genera el 74.42% de la riqueza producida en el año 2013 la cual, cuatro años después, es de esperarse que sea un poco mayor.

Con base en las cifras del INEGI, la riqueza creada se encuentra fuertemente concentrada en unas cuantas manos. Hace cinco años el proletariado mexicano apenas percibía el 23.85% del Producto Interno Bruto, mientras que el 73.24% se lo apropiaban los dueños de los medios de producción. En términos monetarios, entre 94 millones de mexicanos -obreros, campesinos pobres y desclasados-, se distribuían 4.34 billones de pesos, recibiendo cada persona en promedio $ 126.50 al día, mientras que la burguesía y la pequeña burguesía (25 millones de personas) recibieron 14 billones de pesos.

Sin embargo, la oligarquía, que representa el 0.096% (240 mil personas), se llevó el 62% de dicha cantidad, es decir, 8.7 billones de pesos, tocándole a cada quien una percepción promedio de 100 mil pesos diarios, los cuales son los beneficiarios de las formas más evolutivas y productivas de la creación de plusvalía.

Solo la acción de la clase obrera y de los campesinos pobres puede revertir esta penosa situación y modificar la fisonomía económica y social del país. Esperemos que los cambios anunciados en la llamada cuarta transformación vayan también en este sentido.

3. La coyuntura mundial y nacional en 2019

Figura 1. Producción industrial. Varios países.

Fuente: IMF (2019). WEO

La economía mundial acumula ya diez años con ritmos lentos de crecimiento, propios de las secuelas de la crisis del mercado mundial en 2008-2009 y del estallido de los antagonismos que le son inherentes, al igual que ocurrió en la crisis general de los años setenta del siglo anterior. La sincronía de la crisis en todos los mercados, así como de los fundamentos del proceso de reproducción a escala planetaria son las razones por las cuales cada crisis del mercado mundial deja una estela de crecimiento magro no menor a los diez años en que tarda el reajuste del proceso de acumulación. En medio de esta secuela se suceden las crisis del ciclo corto, de sobreproducción y caída de la demanda, como la que inició a fines del año 2018 y ha continuado en 2019.

Figura 2. PIB y Comercio mundial

Fuente: IMF (2019). WEO

Tipificada como “debilitamiento generalizado” por las instituciones mundiales, no hacen sino confesar el cierre del ciclo económico de corta duración, afectando de manera particular a los Estados Unidos, a la zona euro, a los países de Asia del Este y a los BRICS, con excepción de Sudáfrica. El sector más industrial, comúnmente llamado la manufactura, y dentro de él, la industria automotriz de exportación, afectada por la caída de la demanda en un 3%, por la guerra comercial impulsada por los Estados Unidos contra China, que aumentó los precios de las mercancías intermedias, el vencimiento de los incentivos en materia de impuestos, sobre todo en este último país, el reajuste de los procesos laborales ante las nuevas exigencias de las normas ambientales en la UE y en China, así como de nuevos modelos, y la creciente propagación del transporte compartido.[26]

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Figura 3. PIB, E INVERSION

Fuente: IMF (2019). WEO

Otro de los sectores donde más se encuentra golpeando la crisis es el productor de capital fijo, particularmente el de fabricación de semiconductores y circuitos integrados, y el de mercancías de alto contenido tecnológico como los teléfonos celulares llamados inteligentes, siendo este último una de las fases terminales de la informática, las telecomunicaciones, la energía y los nuevos materiales. También cayó la innovación de nuevas mercancías. De manera global, la inversión real ha caído a niveles cercanos al cero y la producción mundial bajó hasta el 2.6% casi al cierre de 2019, cuando un año antes crecía al 3.6%[27] (Ver Figura 1 y 2).

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Figura 4. Comercio mundial

Fuente: IMF (2019). WEO

Lo mismo sucede con el comercio mundial de mercancías y de servicios. Desde el último tercio de 2018 y durante todo 2019 ha tenido una caída sustantiva, la más pronunciada desde la crisis general de 2008-2009. Por regiones económicas, la más afectada por la contracción del comercio mundial es Asia Oriental y del Pacífico, ya que es la que suministra los mayores porcentajes y porque es la que más abastece a los países desarrollados de los elementos claves del capital fijo en la telemática[28] (Figura 3 y 4).

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Figura 5. BONOS

Fuente: IMF (2019). WEO

Seguramente por lo menos desde la segunda mitad de 2019 la economía mundial entró a la fase siguiente de la crisis: el estancamiento, donde lo común es la destrucción del capital sobrante incubado en la prosperidad y la fase de auge. Esto se revela en la caída de los precios de las materias primas desde el segundo trimestre de 2019, sobre todo del petróleo, los metales y los alimentos; en la disminución del rendimiento de los bonos públicos a diez años, la caída de los diferenciales de crédito, la caída de los principales mercados accionarios y la contracción de la producción, que va liberando fuerza de trabajo a base del desempleo y el subempleo (ver Figura 5 y 6).

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Figura 6. BOLSAS

Fuente: IMF (2019). WEO

En esta manifestación externa del curso de la crisis y el estancamiento económicos, fluyen en lo profundo de la reproducción varios procesos de cambio que van sentando los pilares de una forma de plusvalía relativa y por consiguiente de un nuevo ciclo largo o de Kondratieff. Ellos son: la guerra tecnológica entre los Estados Unidos y China, donde aquél se ha situado en segundo plano, tal y como se reflejó en la batalla por la conquista del mercado europeo para la 5G. Esto a su vez incide en la propagación del Internet de las Cosas, aunado a los desarrollos de la inteligencia artificial. La inclusión de Japón, China y la India en la extensión del bloque económico de la Asociación de Naciones del Sudeste asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) consolidará la supremacía tecnológica de las naciones asiáticas sobre los Estados Unidos.

Por otra parte, en el mercado mundial se produjo un importante viraje en el año 2018. Por vez primera ya no es Estados Unidos la nación número uno en el comercio mundial de mercancías, sino que ha sido desplazada por China, aunque aquella mantenga el liderato, por el momento, de la exportación de servicios.

El tercer elemento que remodelará por completo el mercado mundial es el proyecto impulsado por China y la Federación Rusa llamado la Nueva Ruta de la Seda, que es el primer proyecto de desarrollo capitalista que tiene al planeta todo como su espacio de aplicación y que hará de China la nueva potencia del siglo XXI, junto con la construcción de un banco multinacional que por sus dimensiones hará contrapeso al brazo estadounidense de la opresión financiera: el FMI.

Estas son, las fuerzas principales que se encuentran remodelando la acumulación de capital a escala mundial, en medio de este escenario coyuntural. Veamos ahora las condiciones de la economía nacional.

La economía mexicana

Al igual que la economía mundial, la mexicana sigue una trayectoria de crisis y estancamiento, reflejado en la disminución de los índices de crecimiento esperado para 2019, llegando a estimaciones de casi cero por ciento. Lo que ocultan es que en el estancamiento los capitales se retiran de la inversión productiva porque no hay certeza del retorno de la ganancia esperada y su lugar lo ocupa la inversión pública. Esta es la regla del comportamiento del capital tras una crisis en todos los países capitalistas. En consecuencia, no es casual que el gobierno federal a través de la 4T haya comprometido para 2010 grandes montos de capital de inversión asociado con el capital privado, ya que aquél le garantiza los márgenes de ganancia esperados. El Plan Nacional sobre Infraestructura lanzado por la Presidencia en coordinación y con la participación de los principales segmentos de la gran burguesía monopólica confirma esta regla en situaciones de crisis y estancamiento.

La disminución del crecimiento ha sido acentuada por las fuerzas económicas y políticas que están siendo afectadas por el combate a la delincuencia organizada: los sectores más reaccionarios y de ultraderecha alojados en el PRI, en el PAN y en el PRD. Sin embargo, no provocan una afectación significativa, considerando el retraimiento de la inversión del capital privado en estas fases del ciclo económico, y mucho menos después de que los principales sectores del empresariado mexicano cerraron filas con el Presidente y el presupuesto para 2020.

El estancamiento económico ha afectado sobre todo a la minería y la construcción, con caídas consecutivas durante tres trimestres. También a la industria automotriz y la ensambladora de celulares por la contracción del mercado mundial, junto a la caída del consumo. Sin embargo, bajo el gobierno de la 4T las acciones positivas que desde los poderes del Estado se han impulsado en el combate a la corrupción y la impunidad han generado la concentración de una importante masa adicional de dinero en las arcas públicas que, junto con una inversión de 859 mil millones de pesos (mmdp), se propone fundamentalmente el desarrollo de las condiciones generales materiales de la producción social, es decir de los medios de transporte, de comunicaciones y telecomunicaciones, indispensables para la reproducción de capital en su conjunto y el desarrollo. Entre esta forma positiva de aumento de las arcas de la nación tenemos el superávit primario del sector público por 280 mmdp, mucho mayor al de 2018, un déficit público de 160 mmdp, cuando el año anterior fue de casi 350 mmdp; ingresos presupuestarios mayores en un 1%, a pesar de la contracción de la producción petrolera y el saqueo de los primeros meses del año 2019, y una notable reducción del gasto programable que produjo ahorros por 151 mmdp, por citar algunos de los casos más relevantes.[29]

La economía nacional presenta importantes límites, heredados de la cultura de la gran burguesía mexicana y de las políticas neoliberales. Entre ellos destacan el escaso desarrollo de las ramas productoras de capital fijo, principalmente de aquellas que están conectadas con las nuevas fuerzas productivas derivadas de las aplicaciones tecnológicas de la ciencia, tales como la rama productora de circuitos integrados, de producción de computadoras y de maquinaria en general; la de inteligencia artificial, nanotecnología y biotecnología. La formación bruta de capital fijo en nuestro país apenas alcanza el 0.56% de incremento anual y ello entorpece la acumulación; ramas fundamentales como el agro, la ganadería y el conjunto de las actividades primarias se encuentran estancadas o en franca involución desde hace décadas, con excepción de la minería, explotada por los capitales extranjeros. Esto impide, entre otras, la insuficiencia alimentaria, el abaratamiento de las materias primas básicas y la existencia de un mercado interior muy limitado en el país, que se acentúa por las reducidas capacidades de consumo del grueso de la población y que en materia comercial y tecnológica mantiene la dependencia principalmente con los EUA, tal y como se muestra en el Cuadro 10.

La aguda precarización de las clases trabajadoras, principalmente del proletariado urbano y rural, también inhiben el fortalecimiento del mercado interno y el desarrollo mismo. Polarizaciones tan extremas en el reparto de la riqueza como las que vivimos en México son causales esenciales del atraso, pues que el 94% de la población del país viva con apenas el 23% de la riqueza generada, mientras que el 0.096% de los hombres más ricos disfruta el 62% de la riqueza total, son situaciones en extremo degradantes no solo de la economía sino además de la condición humana misma.

Esta situación se combina con el hecho de que las grandes masas de plusvalía producidas por la clase obrera mexicana por lo regular son dilapidadas en el consumo improductivo de las clases pudientes (nuestro país es de aquellos de la OECD a la cabeza en esta triste condición), siendo poco el capital destinado a la valorización.

La lucha de clases en el momento actual

Hoy en nuestro país la lucha no se produce entre el proletariado y la burguesía, sino entre las dos fracciones oligarcas más importantes del país: la neoliberal, representada por el PRI, el PAN y el PRD, y la socialdemócrata, la que impulsa a la 4T, apoyada por las grandes masas de obreros, campesinos y un sector de las clases medias. Una se propone la continuidad del mismo esquema depredador y la otra suprimir la era neoliberal y sus secuelas más relevantes, es decir, el combate a la corrupción, la impunidad y la inseguridad para acabar con el crimen organizado. Sin embargo, va más allá, pues trabaja para el restablecimiento de las bases de la república democrático burguesa que el crimen organizado se encargó de minarla hasta su virtual disolución mediante la creación del narcoEstado y la narcopolítica en general.

Por otra parte, se propone la erradicación del crimen organizado en la política, la economía y la sociedad, particularmente en la cultura, lo que conduce el programa de la 4T hacia objetivos amplios, diversos y esenciales en la reproducción y la reconstrucción de tejido social. De ellos, la reconstrucción del mercado interno constituye una tarea esencial, aunque gigantesca porque requiere de la combinación síncrona de diversas actividades, como la agricultura intensiva, la restitución del poder adquisitivo de las clases laboriosas, la eliminación de la polarización de la riqueza fuertemente concentrada en unos cuantos oligarcas; el impulso de las ramas productoras de capital fijo, de la educación en las nuevas tecnologías y tendencias de desarrollo, etc.

En los últimos meses se ha producido un viraje muy importante en América del Sur hacia la democracia, cuando veíamos el fortalecimiento de los gobiernos de derecha y de ultraderecha. Es el resultado de la degradación de las formas neoliberales de la acumulación de capital y de la influencia que produjo el triunfo de la 4T en nuestro país; también constituye la respuesta de los pueblos americanos a la amenaza neonazi de los gobiernos de Brasil, Colombia y Perú, quienes hacen el trabajo sucio del imperio yanqui en la región. En México esto propició la reorganización de las fuerzas de ultraderecha en un tiempo muy breve y la aceleración de los llamados “golpes blandos”, destapándose algunas de las cabezas neonazis que hay en sus filas, lo que nos obliga a redoblar el paso en la organización y la unidad de todo el movimiento democrático a nivel nacional.

Todas las iniciativas de la 4T que signifiquen avances en la lucha por la democracia debemos acompañarlas, pues combaten las secuelas de 36 años de neoliberalismo y degradación social, hasta hacer florecer la participación social del grueso de la población y la democracia en todos los niveles, basándonos en el impulso del trabajo asociado como guía de acción[31]: en la política, con la acción frentista de las organizaciones sociales y de izquierda democrática y revolucionaria; en la economía, fomentando el cooperativismo; en lo social, creando redes y poderes colectivos no corporativos, etc. Todo esto pueden ser caminos que conduzcan a la organización del proletariado mexicano en clase. De nosotros depende.

Diciembre de 2019

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[1] Sobre los ejes que determinan la productividad del trabajo, se puede consultar a Marx en su obra El Capital. Crítica de la Economía Política, Tomo I, Capítulo 1.

[2] Se calcula que existen 22.3 autómatas conectados por cada persona a nivel mundial que usa internet.

[3] LARA (2019b).

[4] UNCTAD (2017, p. 161).

[5] LARA, M.A. (2018, p. 34)

[6] PONCE, Karla (2018).

[7] Marx y Engels concebían las crisis del mercado mundial como aquellas “en las que estallaba el conflicto entre todos los elementos del proceso de producción burgués”. Marx (1989, p. 176).

[8] Existen dos modalidades del pago por propinas. Una, donde por lo regular el capitalista asigna uno o dos salarios mínimos al obrero para cubrir los mínimos que la ley demanda sobre los derechos sociales fundamentales adquiridos, tales como la seguridad social y el Infonavit, siendo las propinas el mayor porcentaje de sus percepciones y la otra, donde éstas son la única fuente de ingresos del trabajador. En ambos casos la fuerza de trabajo no es propietaria de los medios de producción, es el sujeto activo del proceso laboral, crea plusvalía (cuando es trabajo productivo) o ayuda a transferir parte de ésta al capitalista, cuando se trata de trabajo improductivo, por lo que es proletario. Ya sea como parte o toda la suma de los ingresos, bajo la propina el capitalista descarga en el consumidor el pago del salario y con ello se queda con un porcentaje mayor de plusvalor. El primer caso es el más usual, e incluso existen establecimientos donde el porcentaje de la propina ya viene cargado de antemano en el importe total a pagar, siendo menores los casos en que el obrero vive por completo de las propinas del consumidor.

[9] Esto forma parte de las vías más descarnadas de la explotación capitalista, pues al amparo de las leyes laborales que impulsa el capital para su provecho, todo el tiempo de trabajo del obrero es tiempo de trabajo excedente para beneficio del capitalista. No por este hecho el trabajador deja de ser proletario. En este caso el capitalista ve consumada su más preciada ambición: la explotación al 100% de la fuerza de trabajo; el obrero se ve obligado a ser parte de este perverso mecanismo debido a que no solo tiene fundamento legal sino además porque es parte del engranaje del proceso social y productivo, como por ejemplo, el requisito de cubrir el servicio social como condición para la titulación en una carrera.

[10] Más adelante desglosaremos, hasta donde la estadística nos lo permita, la estructura interna de esta y las restantes clases sociales existentes en nuestro país.

[11] Un análisis detallado de las condiciones de la economía mexicana con base en las categorías de la Crítica de la Economía Política se puede ver en el libro Las formas de obtención de la plusvalía en México, 1992-2017, de donde extraemos los datos sobre las empresas.

[12] Se exceptúa de esta cuantificación total a los salarios de la clase obrera, ya que dichas estimaciones no lo consideran capital en su forma variable.

[13] El crecimiento del valor del capital total es mayor al capital creado por año debido a la acumulación progresiva de capital en el tiempo, a la existencia de capital ficticio en la parte financiera y a los flujos de capital que entran al país, entre otros.

[14] Del Castillo (2017a)

[15] OXFAM (2018a y 2018c)

[16] Medina (2018).

[17] Al tipo de cambio del 22 de diciembre de 2017, que era de 19.3649.

[18] Por pequeña burguesía entendemos a aquellos propietarios de medios de producción cuyo capital es tan pequeño que no pueden desprenderse del proceso laboral, particularmente de la transformación del objeto de trabajo; actúan como fuerza de trabajo junto con las tareas de dirección y control del negocio. También incluimos en esta clase social a quienes viven de su profesión y a los que subsisten con sus medios de producción propios sin emplear fuerza de trabajo. A estos dos grupos sociales también les denominaban Marx y Engels clases medias, entre las que también se encuentran los artesanos.

[19] Seguimos, por tanto, la consideración de Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista, donde además de definirlo puntualmente, desde entonces nos aclara que por proletario entiende a la moderna clase obrera que se forma en el modo de producción capitalista, a diferencia de los obreros de las formaciones económicas anteriores. Más tarde, en El Capital y los textos que sirvieron de base, esta concepción de las clases sociales se fundamenta científicamente.

[20] El fundamento teórico se encuentra desarrollado por Marx en El Capital, Tomo I. Capítulo del salario.

[21] Un trabajador doméstico vive de su capacidad de trabajo y, como la paga es un fragmento del ingreso de quienes los ocupan sin producir un excedente de valor, no produce capital. Es trabajo improductivo, pero no deja de ser obrero.

[22] Las divisiones en los grados de calificación de los servicios no son exactas debido a la manera en que el INEGI hace la sectorización, por lo que nos guiamos en la tendencia mayoritaria en cada uno de ellos. Por ejemplo, en la rama de Transportes, comunicaciones, correos y almacenamiento, la tendencia mayoritaria es el trabajo complejo, habiendo trabajo relativamente simple en las labores de almacenamiento. En el Gobierno y organismos internacionales la mayoría del trabajo es administrativo, de mediana calificación, aunque coexiste con sectores menores de alta calificación como la actividad de dirección, de gestión y la consular. En los servicios sociales ubicamos al trabajo doméstico, mayoritario, coexistiendo con funciones menores de mediana calificación.

[23] INEGI (2018b).

[24] Milenio Digital (2017).

[25] INEGI (2017, Cuadro 2.2).

[26] IMF (2019, p. 7).

[27] IMF (2009).

[28] OMC (2019, pp. 8-9).

[29] SHCP (2019).

[30] Los resultados del cuadro son de ese año debido a que fue la última ocasión en que el INEGI realizó esa encuesta con la que se pudieron obtener las formas de extracción de plusvalía relativa. Las tendencias actuales sobre la dependencia tecnológica en esencia siguen siendo las mismas.

[31] Esta es una de las guías fundamentales del nuevo carácter del trabajo, en oposición al trabajo asalariado, base de la relación de capital. Fue desarrollada por Marx desde los Gründrisse de 1857 preparatorios para la redacción de El Capital y es uno de los resultados esenciales de sus estudios sobre Economía y el socialismo.