Crisis y presupuesto 2021

Miguel Ángel Lara Sánchez

Septiembre de 2020

La definición del presupuesto para el año 2021 en las actuales condiciones de la economía mundial y de la economía mexicana se produce en condiciones excepcionales. La detonación de una pandemia de corte mundial por el imperio más poderoso del mundo constituye una auténtica guerra biológica contra la humanidad y en particular contra los países no desarrollados porque en ellos la escasa acumulación de capital es sinónimo de sistemas precarios de salud, salvo raras excepciones como la República de Cuba. Su sincronía con la crisis del mercado mundial, entendida como el estallido de las contradicciones y antagonismos de la sociedad burguesa, a la manera como Marx y Engels las concebían,[1] acentúa los efectos devastadores de la crisis misma y profundiza las consecuencias negativas sobre la población mundial.

Si en la crisis general del capitalismo de 2008-2009 el Producto Interno Bruto (PIB) Mundial cayó a -1.67%, hoy los organismos financieros mundiales estiman que será mucho peor, llegando al -4.9% pero, comparado con el porcentaje del PIB mundial de 2019, la caída es más dramática: de -7.38%. Es una caída histórica que no puede ser explicada por las causas recurrentes del comportamiento cíclico de la economía mundial.

Justamente la sincronía con la pandemia mundial y su valoración como guerra biológica inducida de manera consciente por la oligarquía del imperio más poderoso, es la causa principal que explica este gran retroceso en la reproducción del capital. Los motivos que la impulsaron a esta gran cruzada son los mismos que explican la confrontación mundial ocurrida a fines los años treinta del siglo XX: de un lado, crear una condición crítica a escala planetaria que interrumpiera la depresión que se presentó tras la crisis de 1929, pero que revitalizara el proceso de acumulación de capital. La preparación de la Segunda Guerra Mundial y su estallido en 1939 impulsó la economía de guerra en los países imperialistas, aceleró la revolución de las condiciones técnicas de la producción con numerosas innovaciones tecnológicas provenientes de la industria militar y propició como nunca antes la concentración y la centralización del capital cada vez en menores manos, llevando a un nuevo reparto de los mercados, territorios, recursos naturales y de la producción a manos de las potencias vencedoras. Pero no solo eso, sino además la guerra se convirtió en el instrumento propagador de las novedosas formas de producción nacidas en las entrañas de la pujante economía norteamericana: el taylorismo y sobre todo el fordismo.

Por otro lado, este viraje en el modo de producir, es decir, el agotamiento del maquinismo clásico en Inglaterra para fines del siglo XIX y el mayor desarrollo de las fuerzas productivas materiales en los Estados Unidos, aunado al debilitamiento económico y militar inglés tras la conflagración mundial, debilitó su hegemonía mundial y abrió un período de disputa entre estos dos países que terminó con la emergencia de una nueva potencia mundial.

Un cuarto de siglo después, en 1970, estalla otra crisis general del capitalismo que modifica varios de los fundamentos de la economía mundial como la sustitución progresiva de materias primas de origen natural por otras sintéticas, la crisis del sistema monetario internacional tras la abolición del patrón oro y el agotamiento del fordismo como la forma de producción dominante en las principales ramas de la economía mundial, por citar algunos de los cambios más relevantes. Asimismo, esta crisis coadyuvó a la aceleración de las innovaciones tecnológicas fundamentales y a la revolución de las condiciones sociales de la producción que vendrían a sustituir al fordismo y que modelarían el nuevo modo de producir basado en la automatización de las tareas de control con base en la computación digital. La aparición del microprocesador en 1973 y las formas flexibles del trabajo dan cuenta de estos esenciales cambios en la producción.

Y, al igual que en el período posterior a la crisis de 1929, también después de 1970 la economía mundial vivió un largo período depresivo en la reproducción de capital que duró hasta el estallido de la crisis mundial de deuda en 1982. Esta crisis se incubó desde los años inmediatamente posteriores a 1970 cuando las potencias imperialistas presionaron al resto del mundo a que recibieran el capital financiero excedente en forma de préstamos a bajas tasas de interés. Pero cuando estas últimas subieron de manera estrepitosa en 1982, sobrevino la crisis, provocando nuevamente una importante concentración del capital financiero en las oligarquías rectoras de esta forma de capital.

Si ahora analizamos las condiciones relativamente recientes de la economía mundial, veremos que se repiten las mismas fases y los mismos procesos: una crisis del mercado mundial que estalló en 2008-2009 y que ha generado nuevamente un período depresivo que va desde 2010 hasta antes de 2020, la declinación de la hegemonía mundial de los Estados Unidos, particularmente en el terreno económico, con el consiguiente ascenso de China como la nación que cada vez con mayor fuerza le disputa ese lugar ante el creciente desarrollo de sus fuerzas productivas y la expansión de sus mercados, así como la existencia de nuevas transformaciones en las condiciones técnicas y sociales de la producción tales como el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA), la manipulación genética, el Internet de las Cosas y el Internet del Todo, la tecnología 5G y 6G, y nuevas formas de computación como la computación cuántica y la computación molecular, por citar algunas de las más relevantes. Todas ellas van armando el rompecabezas para una nueva forma de producir en la actual sociedad burguesa.

Estos cambios también han llegado al terreno de la lucha de clases, pues antes de la combinación de la crisis del mercado mundial con la llamada “crisis sanitaria”, hubo un proceso de maduración de las contradicciones resultado de las secuelas de la forma neoliberal de la acumulación de capital que produjo una gran polarización de la riqueza mundial y la mayor precariedad laboral, económica y social de miles de millones de habitantes. Esto produjo importantes movimientos sociales, particularmente en América Latina, que dieron lugar al desplazamiento de la oligarquía neoliberal en México por un gobierno democrático, lo mismo que en Argentina y el desarrollo de la lucha de clases en Colombia, Chile, Ecuador, Brasil, Perú, Bolivia, Uruguay, Haití y Venezuela.

La solución de estas contradicciones no pueden encararla las potencias mundiales con una guerra militar de alcances planetarios debido a la amenaza de extinción de la humanidad por la naturaleza nuclear de dicha confrontación; ahora la cobrado la forma de una guerra biológica mediante la propagación mundial de la pandemia desatada por el COVID-19.

Los efectos que ha producido son múltiples, al igual que en la Segunda Guerra Mundial. Al confinar a miles de millones de obreros y de elementos de las clases medias en sus domicilios, ha propiciado una destrucción de capital de magnitudes similares a las ocurridas en las conflagraciones mundiales. La Organización Mundial del Trabajo estima que la disminución de horas de trabajo a nivel mundial equivale a la pérdida de 400 millones de empleos en el primer semestre de 2020 y equivale al 12.2% del empleo mundial formal, y que 1.600 millones de trabajadores que laboran en la economía informal han sido afectados, de un total de dos mil millones, es decir, el 80%.[1]

La producción mundial, como decíamos más arriba, se estima que caerá en 2020 a -7.38%, mientras que la Organización Mundial de Comercio proyecta una caída entre el -13% y el -34% en el comercio mundial[2]. El aumento notable del desempleo y el subempleo es la forma más agresiva de destrucción de capital, pues se acaba con la única mercancía creadora de nuevo valor y la única que consigue el sustento para la sobrevivencia y la reproducción del obrero como clase social. Más del 70% de las ramas económicas que componen la producción y la circulación del capital estuvieron estancadas durante el primer semestre de este año, lo que indica que no produjeron o en el mejor de los casos mantenían los niveles mínimos de producción. La producción de mercancías tangibles fue uno de los sectores más afectados y lo que ocurrió fue que se vendieron los que se encontraban en los mercados mayoristas y minoristas hasta generarse escasez en la mayoría de ellos, con excepción de los alimentos. Los excedentes se consumieron al tiempo que las cadenas de producción se dislocaban, perdiendo su flujo continuo de capital.

De esta forma, el confinamiento forzoso por la pandemia de miles de millones de personas y la reanudación progresiva de la actividad económica a partir del tercer trimestre de 2020 hizo que tocara fondo el estancamiento a niveles sin precedente, solo comparables al momento que concluyó la Segunda Guerra Mundial. Los grandes capitales dejaron de invertir, esperando el momento de la reanimación, ahora con mucho mayor vigor, logrando así el cumplimiento del primer objetivo a gran escala: acabar con el período depresivo que sobrevino tras la crisis de 2008-2009.

De todos los grandes capitales existentes a nivel mundial, los que han salido victoriosos y fortalecidos en la acumulación de grandes excedentes durante la pandemia, son las empresas llamadas tecnológicas. Ya desde hace poco más de diez años se convirtieron en las más dinámicas a nivel mundial y hoy son las que se encuentran conduciendo los hilos de la acumulación: Amazon, Apple, Microsoft, Google, Visa, Alibabá, Tencent y Facebook. También las que han ganado con la guerra biológica son las de telecomunicaciones y las farmacéuticas.

La tercera contradicción que subyace en la crisis actual es la lucha por la hegemonía mundial. Ya en nuestro ensayo de mayo de este año[3] dábamos cuenta de la confrontación entre los Estados Unidos y China, la primera por tratar de mantener la supremacía en todos los terrenos, a pesar de que esta última desde hace un par de años ya se había convertido en la primera economía del mundo en la producción, particularmente de mercancías, y en el comercio mundiales. El segundo trimestre agudizó el estancamiento económico en la nación norteamericana y la destrucción de capitales; en el caso de la fuerza de trabajo el desempleo llegó al 11.1% en el mes de junio de 2020 y, aunque mejoró levemente al siguiente mes al situarse en 10.2%[4], sin embargo, son caídas históricas que reflejan la condición crítica de la economía de este país, ya que dichos porcentajes se traducen en la existencia de 16.3 millones de trabajadores estadounidenses sin empleo. Por su parte, el reflejo de la producción de mercancías y servicios que constituye el indicador del PIB, para el primer trimestre de 2020 en esta nación caía -5%, de por sí malo porque rompió años de una acumulación progresiva de capital; pero, sin embargo, para el segundo trimestre la caída fue la peor desde la Segunda Guerra Mundial al desplomarse a -32.9%[5], mientras que en la República Popular China el PIB del primer trimestre fue de -10%, pero recuperándose al segundo trimestre 21.5 puntos porcentuales para situarse en 11.5%. De igual manera, han logrado minimizar el impacto negativo sobre las clases trabajadoras, ya que la tasa más alta de desempleo que han tenido en el año, que fue de 6.2% en el mes de marzo, han logrado bajarla al 5.7% en julio y agosto de 2020 (Gráfica 1).[6]

Gráfica 1. Tasa de desempleo de la República Popular China

Fuente: Investing.com

La economía mexicana y el presupuesto 2021

Durante el primer trimestre de 2020, la producción nacional cayó a -1.2% con respecto a l cuarto trimestre de 2019, pero colapsó dramáticamente durante el segundo trimestre de este año al caer a -17.1%. Las ramas más perjudicadas en el segundo trimestre de 2020 son: en la esfera de la producción, la agricultura, ganadería, caza, pesca y la forestal, con una caída de -20.0%; la producción de mercancías industriales, con -26.4%; la construcción, con -31.0%; los transportes, correos y almacenamiento, con -36.7%; otros servicios, con -23.9%; servicios de esparcimiento, recreativos, culturales y deportivos, con -72.8%, y la rama de servicios de alojamiento temporal y de preparación de alimentos y bebidas, con -67.5%. En la esfera de la circulación del capital, la mayor caída la tenemos en el comercio minorista, con -27.5%; le sigue el comercio mayorista, con -18% y los servicios financieros y de seguros tuvieron una caída menor, con -1.7%. Las actividades de gobierno decrecieron al -5-5% en el segundo trimestre (Cuadro 1).

De todas estas ramas colapsadas, donde hubo más destrucción de capital considerando su valor, fue en la Agricultura, ganadería, pesca, caza y forestal; la construcción, la producción de mercancías industriales (la más afectada de todas), transportes correos y almacenamiento; otros servicios, los servicios recreativos, culturales y de entretenimiento; la turística y la restaurantera. En la circulación del capital todo el comercio no solo se desplomó en términos porcentuales, sino además en términos del valor global de la masa de mercancías y servicios intercambiados.

Ya en nuestro reporte de mayo de 2020, con base en las cifras emitidas por el INEGI para el primer trimestre, registrábamos que la pérdida absoluta de empleos era cercana al millón, principalmente en la economía informal y en los empleos de baja o nula calificación, estimándose una afectación en términos absolutos y relativos (laborando menos horas, por ejemplo) del 27% de la población ocupada, que engloba a casi 15 millones de trabajadores pertenecientes a la clase obrera y a las clases medias.[7]

Aunque el INEGI aún no ha publicado la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo para el segundo trimestre, por los volúmenes de valor registrados en la caída del Producto Interno Bruto (PIB) podemos saber cuáles fueron los sectores de trabajadores que más han sido afectados por la crisis y la pandemia: los trabajadores agrícolas, los de la industria de la construcción, una de las más intensivas en ocupación de fuerza de trabajo; la llamada producción manufacturera (industrial), el transporte en general, de mercancías y de personas; el turismo y en general los servicios que también son intensivos en mano de obra, tales como la industria restaurantera, el entretenimiento y el esparcimiento, los servicios domésticos, sociales, culturales y el comercio, además de los millones de trabajadores por cuenta propia en aquello que se denomina los micro y pequeños establecimientos.

Esta es la afectación principal y la más radical, pues en esta forma de producir, la burguesa, el que carece de medios de producción propios tiene que trabajar para vivir él y su familia; pero, sin embargo, no es la única afectación. El confinamiento forzoso también destruyó múltiples relaciones sociales; la evolución humana tiene como fundamento la sociabilidad en todos los órdenes, pero el aislamiento provocado por la inducción de una guerra biológica mundial nos recluyó y privilegió lo individual sobre lo grupal; rompió el carácter colectivo de la educación y canceló la sinergia que brota de dicha naturaleza; asimismo, destruyó las formas culturales que brotan de la interacción humana, así como todas aquellas que tienen que ver con el disfrute del tiempo libre en colectividad; alteró de manera sensible la atención de la salud de millones de mexicanos, particularmente de los más vulnerables[8]; en fin, entre más tiempo nos obliguen a confinarnos, mayor será la afectación de nuestra evolución como especie.

Merece particular atención lo siguiente: a lo largo del confinamiento se ha propagado en nuestro país y a nivel mundial por las grandes y medianas corporaciones el teletrabajo, la educación a través de Internet y de los medios de difusión masiva, así como la supresión de ciertas áreas en la comercialización de mercancías y de servicios. No es un hecho casual sino una acción consciente por las oligarquías que gobiernan el planeta que se deriva de las transformaciones que están ocurriendo al seno del proceso de trabajo capitalista.

En estos años nos encontramos en la cima de un ciclo largo o de Kondratieff. Comenzó a principios de los años noventa del siglo XX, cuando se generalizó el uso del microprocesador en las tareas de control y cuando se consolidó Internet como la red de computación a escala planetaria, pero poco más de 25 años después esta base tecnológica está por llegar a su punto máximo de desarrollo, anunciándose ya varios de los cambios que prefigurarán una nueva forma de producción y de extracción del excedente. Ellos son, como decíamos más arriba, los desarrollos en la Inteligencia Artificial, el Internet del todo, la tecnología 5G, la tecnología de sensores, el manejo de grandes masas de datos y las formas superiores de computación. Presentes ya desde hace varios años, estas transformaciones han presionado para que las relaciones sociales de producción actuales se revolucionen a su vez, y los primeros indicios de ello son justamente la propagación del teletrabajo como una forma moderna del trabajo a domicilio en la que los dueños de las corporaciones se ahorran una cantidad significativa de capital fijo y capital circulante. También están prolongando el confinamiento forzoso para abrirle paso a la educación a distancia por medios digitales, afectando la educación presencial y de manera particular a los millones de trabajadores docentes y administrativos de la educación, sucediendo algo parecido con los servicios de salud.

Estos cambios en las condiciones sociales de la producción llevan la inercia de su propagación debido a las ventajas tecnológicas y económicas, pero principalmente están siendo impuestos con ayuda de los Estados nacionales al alterar el número de decesos por COVID-19. El resultado: un tiempo mayor de confinamiento para justificar el suministro de estos servicios en línea e irlos afirmando en la consciencia social de los pueblos, en detrimento de su forma presencial.

Por otra parte, también en las áreas que componen el ciclo circulatorio del capital, es decir, en los mercados de bienes y servicios, en el sistema bancario y el sistema financiero en general, también se está induciendo la supresión de ciertos procesos. Aquí el teletrabajo también está siendo estimulado, sobre todo en la rama de servicios financieros y de seguros, lo mismo que los intentos de eliminación de ciertas áreas comerciales en aquellas corporaciones monopólicas que cuentan con estructuras de cobranza propias. Es el caso de las empresas de telecomunicaciones. En un futuro inmediato, conforme se vayan fundiendo la tecnología 5 y 6 G con la de sensores, la IA y la computación cuántica o molecular, veremos procesos crecientes de automatización en la circulación del capital.

Los ramos que más destacan en la asignación del presupuesto para el año entrante son salud, educación, los programas sociales (bienestar), el impulso de los grandes proyectos de desarrollo, principalmente el tren maya; desarrollo agrario y defensa. Los que presentan disminuciones importantes son algunas dependencias de gobierno como la presidencia, trabajo y hacienda.[9] Con poco margen para el empleo de mayor dinero debido a impacto de las medidas contra la pandemia, el presupuesto se centra en el combate al desempleo, el cuidado de los programas sociales que atenúan la degradación económica de las clases trabajadoras, el desarrollo del sistema de salud, el estímulo a la educación con base en el mantenimiento de las becas de alcance masivo, el desarrollo de la infraestructura, particularmente la que tiene que ver con el impulso del desarrollo en el sur del país, así como el fortalecimiento de la Guardia Nacional como uno de los ejes para el combate a la delincuencia organizada.

Y aunque se ven iniciativas para disminuir la obesidad del Estado mexicano, sin embargo, aún se tienen fuertes gastos de carácter parasitario como el destinado a varios órganos como, por ejemplo, el poder legislativo (15 mil millones de pesos, MMDP), el poder judicial (72 MMDP o el Instituto Nacional Electoral (28 MMDP). Uno de los más altos también es el destinado a defensa, orientado hacia el combate al crimen organizado, por lo que este gasto es inevitable para acabar con esta pesada herencia de la gestión de los últimos gobiernos neoliberales.

Los montos presupuestales para el bienestar y el fomento del empleo apenas ayudan a mitigar en parte la precarización de los millones de trabajadores afectados, por lo que el costo social de la combinación de la crisis económica con la crisis de la pandemia en nuestro país será alto para estos sectores.

Y en lo que se refiere al núcleo de la acumulación de capital para el desarrollo capitalista en nuestro país, es loable el esfuerzo del gobierno de la 4T al mantener los grandes proyectos de infraestructura de comunicaciones y de energía, aunque ciertamente son reducidos frente al gran cúmulo de capital que se requiere para salir de la condición del subdesarrollo. Sin embargo, esta tarea corresponde principalmente a la gran burguesía, y en particular a la oligarquía que lleva las riendas del país. Pero esto supone un cambio en la cultura de la clase dominante que hasta el momento ni siquiera se ha propuesto. Toca, por tanto, al conjunto de las clases trabajadoras y al movimiento social progresista que las encabeza, empujar por esta transformación.[10] Por lo pronto, el gobierno federal debiera poner atención especial en el impulso de la industria espacial y de aquellas que tienen que ver con las revoluciones del proceso capitalista de trabajo que están en puerta, tales como la IA, el internet del todo y las formas superiores de computación.

Por lo pronto, y a contrapelo de esta inercia de la oligarquía, ya es necesaria una reformulación de la deuda que arrastramos para sacudirnos esta pesada carga financiera que año con año sangra al país; también es urgente una política fiscal que obligue al gran capital a pagar impuesto sobre sus fortunas y no solo sobre la utilidad fiscal, así como emprender una reforma al sistema de pensiones que mejore sustancialmente los ingresos de los trabajadores jubilados, arrebatándole al capital financiero la gestión de estos recursos.

[1] Véase International Labour Organization (2020). World Employment and Social Outlook. Trends 2020, Geneva, pp 18-20. Los porcentajes son extraídos de la información que proporciona esta institución considerando las cifras del año 2019.

[2] World Trade Organization (2020). El comercio cae abruptamente en el primer semester de 2020. Comunicado de prensa 858, 22 de junio de 2020.

https://www.wto.org/english/news_e/pres20_e/pr858_e.htm

[3] El COVID-19 y el nuevo colapso de la economía mundial en 2020, en: Apuntes del trabajo asalariado y capital, 17 de abril de 2020. http://www.estudioscriticos.org/publicaciones-recientes/el-covid-19-y-el-nuevo-colapso-de-la-economia-mundial-en-2020

[4] Forbes Staff (2020). La tasa de desempleo en Estados Unidos cae a 10.2%, más de lo esperado, en: Forbes México. Agosto 7 de 2020. https://www.forbes.com.mx/mundo-la-tasa-de-desempleo-en-estados-unidos-cae-a-10-2-mas-de-lo-esperado/

[5] RUIZ de Gauna, C. (2020). El PIB de EEUU se despoma un 32.9% en el segundo trimestre en: Expansión, Economía. 30 de julio de 2020. Nueva York.

https://www.expansion.com/economia/2020/07/30/5f22c142e5fdea78698b459d.html

[6] Tasa de desempleo en China, en: Investing.com. 14 de agosto de 2020. https://mx.investing.com/economic-calendar/chinese-unemployment-rate-1793

[7] Véase LARA (2020). La política económica de la Cuarta Transformación en 2020. 3 de junio de 2020, p. 3

[8] El confinamiento produjo un mayor acercamiento de aquellos padres que laboran desde sus domicilios con sus hijos, creando condiciones para el fortalecimiento de las relaciones familiares. Pero solo de aquellos con solvencia económica, es decir, de la burguesía, de los rentistas y de los estratos superiores de las clases medias. Para enorme masa de a humanidad, por el contrario, es una crueldad ver cómo el confinamiento va degradando la calidad de vida de la familia, empobreciéndola aún más y mutilándola todavía más de los productos necesarios. Y no son pocos. Recordemos que la OIT valora una pérdida aproximada de dos mil millones de empleos, sin contar con sus respectivos familiares.

[9] CÁMARA DE DIPUTADOS (2020). Iniciativa del Ejecutivo Federal. Con proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal de 2021, en: Gaceta Parlamentaria, 8 de septiembre de 2020, N° 5604B.

[10] Desde el período neoliberal, la inversión en capital fijo, eje de la acumulación, es muy limitada en México, teniendo en promedio aumentos anuales del 0.56% en México. Estimamos que en 2020 habrá una fuerte contracción ante la destrucción de capital fijo por lo que se hace necesario un cambio de timón para salir de este atraso.

[1] Se puede ver en la obra de Marx, K. (1980): Teorías de la Plusvalía. II, México, Siglo XXI, pág. 461