Impacto de la crisis mundial en la economía mexicana, 2008

La caída de las principales sociedades hipotecarias en los Estados Unidos: la Fannie Mae y la Freddie Mac, la bancarrota de la principal compañía aseguradora, AIG; de la más importante fuente de capital de inversión, Lehman Brothers, junto con Morgan Stanley, Goldman Sachs, Merril Lynch y Wachovia, además de otras menores, han colapsado el sistema financiero norteamericano, que fue incubado por los movimientos especulativos de la ganancia fácil, por la guerra entre las principales empresas financieras y por el uso escandaloso de una fracción importante de la plusvalía social convertida en contribuciones al erario norteamericano para mantener la política militarista en Irak, Afganistán y otros países en Asia y en Europa.

Para la economía norteamericana, el impacto inmediato de dicha crisis se revela en el colapso del mercado de capitales dedicado a la inversión productiva y comercial. El tiempo que tarde el reacomodo de su sistema financiero impactará de manera negativa al aparato productivo y al consumo en general de la población estadounidense.

Los sectores de la oligarquía financiera que muy probablemente verán incrementados sus capitales tras la crisis son los agrupados en el Bank of America, y el JP Morgan Chase, en detrimento del Citigroup, el más grande con activos valuados en 2.2 billones de dólares, quien rescató al Wachoria Corp., el cuarto más grande de los EUA. El costo aproximado hasta el 3 de octubre de 2008 es de 500 mil millones de dólares en los valores contables

Sin embargo, este reacomodo de los grandes oligarcas financieros no sólo se produce entre los multimillonarios norteamericanos, sino que está proyectado para inducir una recomposición del capital financiero mundial, es decir, de la plusvalía global dedicada a la especulación. Simplemente, el costo hasta el momento de esta crisis en todo el sistema financiero mundial es del orden de 1.4 billones de dólares. Y como de éste depende gran parte de la suerte del aparato productivo mundial, el impacto no será menor: por lo menos de medio punto del Producto Interno Bruto Mundial, según cálculo reciente del Fondo Monetario Internacional.

Situada la crisis en el momento actual del ciclo económico, lo más probable es que esta estimación se quede corta, pues no toma en cuenta que nos encontramos en la fase de estancamiento del ciclo, lo que significa que en medio de la destrucción de capitales, de la contracción mundial del consumo masivo y productivo, de la desacumulación de capital y del aumento del desempleo y la reducción del salario real de las clases trabajadoras, se suma ahora el impacto de la crisis financiera, que ahondará los efectos perversos del estancamiento.

Para los trabajadores, a estos efectos adversos que implican pérdida de empleos (se revela oficialmente que en los Estados Unidos han cesado a 159 mil trabajadores en estas últimas semanas) se suma la pérdida de por lo menos el 45% de los fondos de pensiones que estaban invertidos en las bolsas de valores en todo el mundo, la caída de las remesas, que en el caso de México, bajarán por lo menos el 30% de los 23 mil 900 millones de dólares captados en 2007; el aumento de la inflación mundial y el mayor desempleo, sobre todo entre los jóvenes y la población femenina.

Estamos, pues, en un momento de reconfiguración del sistema financiero mundial, lo que también equivale a decir que en el corto plazo veremos caer figuras locales y regionales de la oligarquía financiera en varias partes del planeta y el fortalecimiento de otros centros financieros, entre ellos, los de origen asiático.

Siendo una economía atada a la suerte de la norteamericana, los primeros cálculos oficiales del impacto de la crisis financiera en nuestro país rondan entre el 1.5 y el 2.5% del Producto Interno Bruto, es decir, por lo menos una caída de la producción del orden de 184 mil millones de pesos, aunada a la pérdida de ingresos por la disminución de las remesas. La reducción de los precios del petróleo también reduce las expectativas de inversión y gasto en general, pues se estima una pérdida de cerca del 20% en los precios del crudo por barril.

Insistiendo en que también la economía mexicana se encuentra en la fase de estancamiento del ciclo económico, estas no son buenas noticias, pues las necesidades de capital para la inversión ahora dependen de aquellas entidades financieras mundiales que colapsaron y/o que se están reposicionando, las cuales por el momento no disponen de capital para sacar a las economías subdesarrolladas como la nuestra, a través de créditos financieros a bajo o mediano costo. El capital se encareció de la noche a la mañana, en el peor momento económico.

Significa entonces que el costo de la reanimación de la economía mexicana será más alto. Algunas fracciones de los grandes empresarios mexicanos ya vieron caer entre el 10 y el 22% de la plusvalía que obtienen mediante la especulación; proyectan que sus ganancias globales caigan alrededor del 15% por el impacto de la crisis financiera mundial y, a través de la Secretaría de Hacienda, anunciaron que el costo en el aparato productivo nacional sea de 280 mil millones de pesos.

Pero para las clases trabajadoras, hay una pérdida inmediata de los dividendos que se obtenían a través de las inversiones de los fondos de pensiones que hay en las bolsas de valores; de la caída de las remesas, del acentuamiento y la prolongación del estancamiento, por el impacto de la inflación, que producirá una pérdida inmediata de 3.1%, según cálculos oficiales, pero que indudablemente será mayor, por el desplome del peso frente al dólar y por la drástica disminución del gasto que destinan los gobiernos federal y estatales para fines sociales.

El anuncio de la Sría de Hacienda de aumentar el gasto en Seguridad y Justicia en 32.9% y 17.6%, respectivamente, frente a unos raquíticos aumentos del 7.2% en Urbanización y Vivienda y 4.2% en educación, nos revela que, para variar, el mayor peso los vamos a llevar los trabajadores de la ciudad y el campo. El plan de la oligarquía mexicana consiste en paliar sus pérdidas y costear el impacto de la crisis mundial con un mayor saqueo a la población entera, con lo que el debate del Presupuesto en las Cámaras pasa a primer plano en la confrontación por una distribución alternativa del excedente social, que privilegie la protección a los trabajadores.

Miguel Ángel Lara Sánchez

6 de octubre de 2008